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Terapias combinadas para una Vida Plena
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  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom
Hay algo peor que hacer cosas sin sentido de manera repetitiva: no darnos cuenta.

Surgen problemas en nuestra vida que repetimos una y otra vez: siempre me pasa lo mismo; parejas que me engañan; no consigo un trabajo en el que me valoren; siempre acaban utilizándome; ¿por qué siempre me peleo con mi jefe?; ¿por qué mis amigos no están cuando los necesito?, etc.


A nivel inconsciente hablamos de la compulsión de repetición que lleva a la persona a repetir situaciones, pensamientos, sentimientos sin ser consciente de ello.


Podemos ser engañados mil veces sin aprender la lección, tropezando una y otra vez con la misma piedra. En lugar de recordar aquello que nos produjo sufrimiento, como actúa a nivel inconsciente, repetimos una y otra vez causándonos mucho malestar.


Rueda de Hámster
Repetir, repetir y repetir

La repetición es uno de los motivos por los cuales los pacientes llegan a la consulta, ya que desconocen o no pueden por si solos salir del círculo vicioso.


Por ello, es importante elaborar las primeras experiencias infantiles que fueron dolorosas, tristes, traumáticas para romper la cadena de la repetición durante la vida adulta.


«Lo que sucede en los primeros años de nuestra existencia va a marcar nuestra vida futura; lo que sucede en la primera infancia es la vida original, lo demás es una re-edición de esas experiencias y acontecimientos del allá y el entonces; por eso la gran importancia que dentro de una psicoterapia se aborde la experiencia del paciente respecto a los recuerdos que tiene de su niñez, que pueda acceder a dichas vivencias a través de su propia palabra». Infancia es Destino, Françoise Doltó


Un buen proceso terapéutico permite trabajar sobre las causas de la repetición y dejar que sea el menú principal de nuestra vida para dar lugar a una Vida más Plena.








El prefijo psi proviene del alfabeto griego. El vocablo ψύχω (psycho) significa «aire frío», y desde esta idea, la de aire, devienen soplo, hálito y, en definitiva, la noción del aliento vital indispensable para nuestra existencia. Luego, la suma de psico + análisis llevaría a una definición próxima al «estudio del alma o del espíritu». Mediante el psicoanálisis, por tanto, ayudamos a las personas a comprender mejor los procesos mentales que las atraviesan, para poder tomar las decisiones que les permitan vivir la vida que desean.

Pero el psiquismo (la mente) no es una entidad etérea, sino que tiene una base somática. El cuerpo que también somos es una fuente constante de estímulos, de los que nos hacemos conscientes cuando esas sensaciones se alían con las palabras. Por lo tanto, así como es muy útil una terapia hablada para desenmarañar el jardín de nuestros pensamientos, resulta indispensable tener en cuenta también los procesos corporales, que a menudo actúan como bloqueos u obstáculos que dificultan y hasta imposibilitan el buen curso de una psicoterapia.


La combinación del psicoanálisis con otras terapias o prácticas corporales abre nuevas vías de conocimiento para la persona que consulta. Esa apertura, en la mayoría de los casos, contribuye a remover bloqueos o dificultades emocionales con arraigo en lo biológico, que es, no cabe duda, soporte de procesos energéticos. Dicho más sencillo: el cuerpo carnal es el contenedor de nuestra historia afectiva, y a veces se hace necesario remover ciertas adherencias para que la energía vital circule de nuevo libremente. Tocar el cuerpo posibilita abrir un nuevo flujo de palabras con las que trabajar en el diván. En eso consiste esta apertura.



Abrir el psicoanálisis
Abrir el psicoanálisis

  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

Un elemento necesario para la práctica del Zen es el desapego.


Sentarse en silencio es un aprendizaje del desapego.


Desapegarse significa dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo. Significa también desprendernos de todo aquello que no somos y que hemos ido acumulando a lo largo de la vida por imposiciones educativas, culturales y sociales… ¿para qué? Para ser reconocidos y aceptados.


Evidentemente, no es una tarea nada sencilla. Vivir, ya sabemos, no lo es.


Aparecen muchos miedos: a no ser suficientemente inteligentes, exitosos, a no sentirnos amados, a que nos abandonen, a que nos rechacen, a enfermar, a la muerte, etc. Miedos difíciles de erradicar si no se realiza un trabajo personal guiado por un especialista, dado que muchos de esos miedos son inconscientes.


El Zen y la psicoterapia nos ayudan a acceder poco a poco a liberarnos de las cadenas, a hacer conscientes nuestros miedos y a entender, progresiva y paulatinamente, aquellas construcciones que forman nuestro yo. Para ello hemos de ser capaces:

  • De aprender sobre el miedo y no a cómo escapar de él.

  • De aceptar cómo somos.

  • De liberarnos de aquello que no nos sirve, que pesa en nuestras espaldas, para que pueda aparecer el yo verdadero y profundo.

El origen de nuestros miedos está en cómo pensamos; liberarnos del miedo es adquirir la verdadera libertad interior. Por ello, el Zen nos ejercita en situarnos en el silencio del momento presente: el camino hacia el verdadero desapego.


¿Cómo hacerlo? Cuando llegue un pensamiento o una emoción, dejarlos pasar, no procurarles alimento, sino solo observar al igual que las olas que llegan a la orilla y luego se retiran. Sin caer, por supuesto, en la trampa de que no debemos pensar. El pensamiento usado correctamente es una herramienta hacia nuestra libertad.


Ser capaces de detener nuestros pensamientos es liberarnos de los miedos que nos impiden nuestra liberación.


Práctica del Zen
El desapego





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