El sufrimiento viene dado muchas veces por recuerdos traumáticos e insoportables. Cada nueva experiencia o acontecimiento vivido está contaminado por el pasado.
No podemos cambiar lo que sucedió, pero sà podemos crear espacios emocionales seguros desde los que enfrentar esos recuerdos y romper el ciclo de repetición.
El primer paso hacia una vida más plena y segura es aprender a identificar, sentir y nombrar lo que ocurre en nuestro interior. Reconocer nuestras emociones y ponerles palabras es un acto profundo de autocomprensión.
El consumo elevado de medicamentos, el mal uso y abuso de las drogas, comportamientos autolesivos y el exceso de carga laboral ocultan temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables, pero nuestro cuerpo tiene memoria y sigue llevando la cuenta.
Debemos aprender a habitar el presente. Observar y tolerar nuestras reacciones fÃsicas nos permite revisar el pasado de manera segura. La capacidad de sentirnos seguras en compañÃa de otras personas es esencial para construir una vida plena y con sentido.
En este camino, la autoconciencia corporal es una herramienta poderosa. Nos ayuda a liberarnos de la tiranÃa del pasado y a mirar nuestro cuerpo con curiosidad y aceptación, en lugar de con miedo.
Este es el camino para volver a ser dueñas de nuestra vida, con autenticidad y libertad.
Entre las razones y los sÃntomas más habituales que escuchamos los terapeutas cuando alguien está inmerso en una crisis existencial destacamos los siguientes:
Estoy cansado de vivir en piloto automático o como si fuese un hámster dentro de la jaula, girando sin parar.
Vivimos en una sociedad profundamente adictiva bajo el paraguas de la cultura del exceso, de la sobreestimulación y del consumo inagotable, que puede provocar reacciones intensas similares a ciertas drogas. Enestecontinuo bombardeo al que estamos sometidas observamos una tendencia cada vez mayor a un individualismo preocupante que nos aleja de los vÃnculos (o los dificulta y hasta imposibilita) y aumenta el vacÃo emocional que allana el camino hacia comportamientos y personalidades adictivas.
¿Hay personas con más tendencia a las adicciones?
La sustancia en sà no nos convierte en adictas, pero si la usamos como anestesia para no sentir o como una vÃa rápida para no hacer frente a aquello que nos ocupa y preocupa, no cabe duda de que hay más posibilidades de caer en una adicción.
Alta impulsividad, baja autoestima y falta de identidad.
Falta de lÃmites y ausencia clara de autoridad.
Baja tolerancia a la frustración y/o haber sufrido experiencias emocionales dolorosas o traumáticas.
Falta de atención, abusos o represión de las emociones en el desarrollo.
Búsqueda de placer y gratificación inmediata, etc.
Estas caracterÃsticas no son determinantes por sà solas, pero sà pueden interactuar para contribuir al desarrollo de una personalidad adictiva y aumentar comportamientos compulsivos, en la búsqueda de gratificación en sustancias o acciones.
La personalidad adicta está claramente influenciada y marcada por una sociedad sin lÃmites, por la creencia en lo ilimitado, por la propia historia personal y, sobre todo, familiar. Si muchas personas creen que la propia imagen es más importante que cultivar la autenticidad y la diversidad, las que no se ajustan a esa búsqueda de perfección imposible sentirán que no son suficientes ni perfectas, alimentando el camino hacia la adicción.
Si evitamos sentir lo que nos duele, porque no hemos aprendido a enfrentarnos a ello, porque hemos creÃdo que somos indignas de ser queridas o porque nunca hemos tenido experiencias emocionales favorables con nuestros padres, buscaremos modos de evitar la realidad y de escapar del malestar interno, dado que suponemos que no somos lo bastante buenas. Pensar de este modo es muy hiriente, asà que la manera de protegernos de eso que nosotras mismas pensamos, de hacerlo más soportable, es proyectarlo sobre las otras personas, y asà pensaremos que son ellas quienes piensan asÃ.
Los sentimientos no desaparecen al taparlos, sino que siguen influyendo desde lo inconsciente. Hay que des-aprender con ayuda, trabajo, constancia y, sobre todo, coraje, para aprender algo nuevo: que hay otras opciones entre reprimir y actuar, que no es útil pensar en blanco y negro. Se ha de ir hacia los grises, hacia esas opciones intermedias desconocidas y aprender a observar lo que sentimos, a arriesgarnos a ser emocionalmente vulnerables, a aceptar lo que aparezca, por muy doloroso que sea. De esta manera, quizás, se podrá evitar llenar con el comportamiento adictivo los huecos interiores, la desaprobación, las crÃticas y el rechazo de los demás (muchas veces imaginado). Aprender a ser capaces de fijar lÃmites, a no ser tan severamente crÃticas con nosotras mismas y a descubrir un sentido y un objetivo a esta vida efÃmera y a esta sociedad adicta. El reto, sin duda, es inmenso, pero posible.