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Terapias combinadas para una Vida Plena
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  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

Muchas experiencias que han tenido lugar durante la infancia y también en la adolescencia siguen influyendo hoy, si no se revisan, se elaboran y atienden.


Algunos ejemplos de casos (los nombres son ficticios) de personas que acuden a consulta:


Infancia
Las vivencias de la infancia

A los 12 años, Marta tuvo que hacerse cargo de sus hermanas menores. Hoy es una joven que no se permite pedir ayuda, y carga con un peso que la daña constantemente.


Marc creció en una familia que le exigía mucho. Aunque sus calificaciones escolares eran más que buenas, nunca lo felicitaron, le decían que no era suficiente. Llega a consulta con baja autoestima, miedo y estrés ante los exámenes finales de la facultad.


  • María creció en una familia donde la mentira, el ocultamiento y la poca comunicación eran la base de su desarrollo. Hoy es una adulta a quien le cuesta mucho confiar en los demás y decir lo que piensa.

  • Sara fue una niña muy protegida y con casi nula incentivación para la curiosidad. Hoy es una joven con una constante sensación de inseguridad y no se cree capaz de hacer las cosas por sí misma.

  • Carlos vive en casa de sus padres, donde no hay cabida para los afectos. Llega a terapia con mucha dificultad para expresar lo que siente, y mantiene relaciones desconfiadas y distantes.

  • Mireia fue una niña muy simpática, creativa, abierta y con mucho sentido del humor. Su madre se reía de ella, no la aceptaba y constantemente la invalidaba. El motivo de consulta es el miedo a sentirse rechazada, evaluada y juzgada constantemente por los demás.


Aunque no siempre el resultado es igual, pues hablamos de individuos y del caso por caso, lo que sí es cierto es que en la niñez se construyen las bases que edifican la vida adulta.


Por ello es de suma importancia, aunque no haya garantía, la responsabilidad de los padres en el desarrollo de sus hijos. No sólo se trata de las vivencias de la infancia, sino también de las palabras dichas, de las no dichas, de los gestos, de las formas...


El cometido de la autoridad parental no es sólo brindar afecto, sino también dar importancia a los aspectos emocionales, educativos, motivacionales y personales, para evitar caer en ruedas de repetición dañinas, dolorosas e insanas.

Imagínese usted un pueblo muy pequeño donde hay una señora vieja que tiene dos hijos, uno de 17 y una hija de 14. Está sirviéndoles el desayuno y tiene una expresión de preocupación. Los hijos le preguntan qué le pasa, y ella les responde:


-No sé, pero he amanecido con el presentimiento de que algo muy grave va a sucederle a este pueblo.


Ellos se ríen de la madre. Dicen que esos son presentimientos de vieja, cosas que pasan. El hijo se va a jugar al billar, y en el momento en que va a tirar una carambola sencillísima, el otro jugador le dice:


-Te apuesto un peso a que no la haces.


Todos se ríen. Él se ríe. Tira la carambola y no la hace. Paga su peso y todos le preguntan qué pasó, si era una carambola sencilla. Contesta:


-Es cierto, pero me ha quedado la preocupación de una cosa que me dijo mi madre esta mañana sobre algo grave que va a suceder a este pueblo.


Todos se ríen de él, y el que se ha ganado su peso regresa a su casa, donde está con su mamá o una nieta o, en fin, cualquier pariente. Feliz con su peso, dice:


-Le gané este peso a Dámaso en la forma más sencilla porque es un tonto.


-¿Y por qué es un tonto?


-Hombre, porque no pudo hacer una carambola sencillísima estorbado con la idea de que su mamá amaneció hoy con la idea de que algo muy grave va a suceder en este pueblo.


Entonces le dice su madre:


-No te burles de los presentimientos de los viejos porque a veces salen.


La pariente lo oye y va a comprar carne. Ella le dice al carnicero:


-Véndame una libra de carne -y en el momento que se la están cortando, agrega-; mejor véndame dos, porque andan diciendo que algo grave va a pasar y lo mejor es estar preparado.


El carnicero despacha su carne y cuando llega otra señora a comprar una libra de carne, le dice:


-Lleve dos porque hasta aquí llega la gente diciendo que algo muy grave va a pasar, y se están preparando y comprando cosas.


Entonces la vieja responde:


-Tengo varios hijos, mire, mejor deme cuatro libras.


Se lleva las cuatro libras; y para no hacer largo el cuento, diré que el carnicero en media hora agota la carne, mata otra vaca, se vende toda y se va esparciendo el rumor. Llega el momento en que todo el mundo, en el pueblo, está esperando que pase algo. Se paralizan las actividades y de pronto, a las dos de la tarde, hace calor como siempre. Alguien dice:


-¿Se ha dado cuenta del calor que está haciendo?


-¡Pero si en este pueblo siempre ha hecho calor!


(Tanto calor que es pueblo donde los músicos tenían instrumentos remendados con brea y tocaban siempre a la sombra porque si tocaban al sol se les caían a pedazos).


-Sin embargo -dice uno-, a esta hora nunca ha hecho tanto calor.


-Pero a las dos de la tarde es cuando hay más calor.


-Sí, pero no tanto calor como ahora.


Al pueblo desierto, a la plaza desierta, baja de pronto un pajarito y se corre la voz:


-Hay un pajarito en la plaza.


Y viene todo el mundo, espantado, a ver el pajarito.


-Pero señores, siempre ha habido pajaritos que bajan.


-Sí, pero nunca a esta hora.


Llega un momento de tal tensión para los habitantes del pueblo, que todos están desesperados por irse y no tienen el valor de hacerlo.


-Yo sí soy muy macho -grita uno-. Yo me voy.


Agarra sus muebles, sus hijos, sus animales, los mete en una carreta y atraviesa la calle central donde está el pobre pueblo viéndolo. Hasta el momento en que dicen:


-Si este se atreve, pues nosotros también nos vamos.


Y empiezan a desmantelar literalmente el pueblo. Se llevan las cosas, los animales, todo.

Y uno de los últimos que abandona el pueblo, dice:


-Que no venga la desgracia a caer sobre lo que queda de nuestra casa -y entonces la incendia y otros incendian también sus casas.


Huyen en un tremendo y verdadero pánico, como en un éxodo de guerra, y en medio de ellos va la señora que tuvo el presagio, clamando:


-Yo dije que algo muy grave iba a pasar, y me dijeron que estaba loca.



Este cuento lo escribió Gabriel García Márquez en el año 1975. El cuento no solo es un gran ejemplo del cuestionamiento sobre la forma de vida, de la incertidumbre del futuro y de la literatura, sino también de la inseguridad económica vivida.

Pueblo
Algo muy grave va a suceder en este pueblo

  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

-Si alguien se acerca a ti con un regalo, y no lo aceptas, ¿a quién pertenece el regalo?, preguntó el Maestro.

-A quien quiso entregarlo, respondió el discípulo.

-Pues lo mismo vale cuando te insulten, griten y ofendan. Si no lo aceptas, sigue perteneciendo a quien lo dijo.



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