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Terapias combinadas para una Vida Plena
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  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

-Si alguien se acerca a ti con un regalo, y no lo aceptas, ¿a quién pertenece el regalo?, preguntó el Maestro.

-A quien quiso entregarlo, respondió el discípulo.

-Pues lo mismo vale cuando te insulten, griten y ofendan. Si no lo aceptas, sigue perteneciendo a quien lo dijo.



Regalo
Regalo


  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

Admitimos sin dificultad que nos hace falta tiempo y madurez para saber «lo que ocurre en nuestra cabeza». Nos pasamos la vida interrogándonos sobre este problema. Pero el cuerpo, que no es menos misterioso, que no es menos «nosotros mismos», que es de hecho indisociable de la cabeza, nuestro cuerpo es sólo objeto de cuestiones superficiales y mal planteadas. Sentimos la rigidez del cuerpo, las restricciones que nos impone, hasta el malestar e incluso hasta el sufrimiento. Sin embargo, nos resulta prácticamente imposible analizarnos y conocer las causas reales de ese malestar. Su origen queda enmascarado por un detalle que retiene la atención: un vientre prominente, un hombro más alto que otro, un dedo del pie que duele... O bien uno es «nervioso», padece de insomnio o digiere mal. A veces, un solo árbol puede ocultar el bosque. El cuerpo tiene sus razones, Thérèse Bertherat


Vivir el cuerpo
Vivir el cuerpo

Tenemos la mala costumbre de ponernos rígidos, en lugar de encontrar nuestro peso en el bajo vientre (Hara). Contraemos la mandíbula, los hombros, … nos centramos en la cabeza que muchas veces nos traiciona… Poco a poco, nos volvemos tensos, petrificados, sin soltura y sin flexibilidad.


¡Dejemos de situarnos en la cabeza y vivamos nuestro cuerpo entero!


  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

El viejo maestro pidió a su joven discípulo, que estaba muy triste, que se llenase la mano de sal, colocase la sal en un vaso de agua y bebiese.


– ¿Cómo sabe? – le preguntó el maestro.


– Fuerte y desagradable – respondió el joven aprendiz.


El dolor existe, depende de donde lo colocamos
Parábola de la sal

El maestro sonrió y le pidió que se llenase la mano de sal nuevamente. Después, lo condujo silenciosamente hasta un lindo lago, donde pidió al joven que derramase la sal.


El viejo Sabio le ordenó entonces:


– Bebe un poco de esta agua.


Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el maestro le preguntó:

– ¿Cómo sabe?


– Agradable – contestó el joven.


– ¿Sientes el sabor a sal? – le preguntó el maestro.


– No – le respondió el joven.


El maestro y el discípulo se sentaron y contemplaron el bonito paisaje.


Después de algunos minutos, el Sabio le dijo al joven:


– El dolor existe. Pero el dolor depende de donde lo colocamos.


Cuando sientas dolor en tu alma, debes aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor.


Tenemos que dejar de ser del tamaño de un vaso y convertirnos en un lago grande, amplio y sereno.

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