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Terapias combinadas para una Vida Plena
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  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

El viejo maestro pidió a su joven discípulo, que estaba muy triste, que se llenase la mano de sal, colocase la sal en un vaso de agua y bebiese.


– ¿Cómo sabe? – le preguntó el maestro.


– Fuerte y desagradable – respondió el joven aprendiz.


El dolor existe, depende de donde lo colocamos
Parábola de la sal

El maestro sonrió y le pidió que se llenase la mano de sal nuevamente. Después, lo condujo silenciosamente hasta un lindo lago, donde pidió al joven que derramase la sal.


El viejo Sabio le ordenó entonces:


– Bebe un poco de esta agua.


Mientras el agua se escurría por la barbilla del joven, el maestro le preguntó:

– ¿Cómo sabe?


– Agradable – contestó el joven.


– ¿Sientes el sabor a sal? – le preguntó el maestro.


– No – le respondió el joven.


El maestro y el discípulo se sentaron y contemplaron el bonito paisaje.


Después de algunos minutos, el Sabio le dijo al joven:


– El dolor existe. Pero el dolor depende de donde lo colocamos.


Cuando sientas dolor en tu alma, debes aumentar el sentido de todo lo que está a tu alrededor.


Tenemos que dejar de ser del tamaño de un vaso y convertirnos en un lago grande, amplio y sereno.

  • Foto del escritor: Fabián Ortiz
    Fabián Ortiz

- Perdón, no quería hacerte daño.


- No me sirve.


- Eso se llama rencor.


Plato roto
Perdón

- Mira: tira ese plato al suelo. Recoge los trozos. Pégalos. ¿Está igual que antes de que lo rompieras?


- No.


- Pues eso.


Ejemplo de algunas relaciones humanas (demostración práctica).

Las relaciones que no se basan en la comprensión y la felicidad, sino en el miedo, no tienen un sólido fundamento. Quizá creas que, para ser feliz, necesitas a esa persona…, pero tarde o temprano acabas dándote cuenta de que tus sentimientos de paz y seguridad no proceden realmente de esa persona, que su presencia es un engorro y quieres desembarazarte de ella.

Si te gusta, de manera parecida, pasar el tiempo en un café, quizás ello no se deba a que ese sitio sea tan interesante como crees.

Quizás se trate sencillamente de que tienes miedo a estar solo y quieres estar siempre acompañado. Y quizás también, cuando enciendas la televisión, no se deba tanto a que ese programa te resulte fascinante, sino a que tienes también miedo a estar solo.

Del mismo lugar procede también el miedo a lo que los demás puedan pensar de ti. Tienes miedo a que, si los demás piensan mal de ti, no te acepten y te dejen solo y en una situación peligrosa. La necesidad de que los otros piensen siempre bien de ti es también una prolongación del mismo miedo original. Y lo mismo podríamos decir de la necesidad de comprar regularmente ropa, una necesidad derivada del deseo de ser aceptado por los demás. Tienes miedo al rechazo.

Tienes miedo a que te abandonen y te dejen solo, sin nadie que cuide de ti.


Vivir en el presente
Vivir en el presente para superar nuestros temores

Tenemos que ver profundamente para descubrir los miedos y deseos originales primordiales que se ocultan detrás de muchas de nuestras conductas. Todos y cada uno de los miedos y deseos que hoy en día te aquejan son prolongaciones del miedo y el deseo originales.

Un día, mientras estaba paseando, experimenté una especie de cordón umbilical que me conectaba al sol. Entonces me quedó claro que, de no estar el sol ahí, yo moriría de inmediato. También experimenté un cordón umbilical que me conectaba con el río, y me di cuenta de que, en su ausencia, yo también moriría, porque no tendría agua para beber. Y también sentí la presencia de un cordón umbilical que me ataba al bosque, cuyos árboles se encargaban de generar el oxígeno necesario para que pudiese respirar; si desaparecieran, también moriría. Y también vi el cordón umbilical que me une al campesino que cuida las verduras, el trigo y el arroz que cocino y de los que me alimento.

La práctica de la meditación te ayuda a ver cosas que los demás no pueden ver. Y es que, aunque tú no puedas verlos, todos esos cordones umbilicales están ahí, uniéndote a tu madre, tu padre, el campesino, el sol, el río, el bosque, etcétera. Y, como la meditación incluye también la visualización, si dibujas esos cordones, descubrirás que no se limitan a cinco o diez, sino que estás atado a centenares y hasta a miles de ellos.


Thich Nhat Hanh Miedo. Vivir en el presente para superar nuestros temores


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