Son dos ejemplos cotidianos de cambios de humor, de estado anÃmico.
Date cuenta de que retirar la atención de lo que te hace mal, lo que te daña, y ponerla en otra cosa es suficiente para cambiar tu estado mental.
Observa lo rápido que pueden pasar esas nubes que son los estados mentales.
Se trata de verdaderos destellos de libertad.
Pero no hace falta que tengas una distracción agradable para cambiar tus estados de ánimo. Observar con atención los sentimientos negativos sin juzgarlos ni oponer resistencia es suficiente para que desaparezcan.
Evidentemente, no es una tarea nada sencilla. Vivir, ya sabemos, no lo es.
Aparecen muchos miedos: a no ser suficientemente inteligentes, exitosos, a no sentirnos amados, a que nos abandonen, a que nos rechacen, a enfermar, a la muerte, etc. Miedos difÃciles de erradicar si no se realiza un trabajo personal guiado por un especialista, dado que muchos de esos miedos son inconscientes.
El Zen y la psicoterapia nos ayudan a acceder poco a poco a liberarnos de las cadenas, a hacer conscientes nuestros miedos y a entender, progresiva y paulatinamente, aquellas construcciones que forman nuestro yo. Para ello hemos de ser capaces:
De liberarnos de aquello que no nos sirve, que pesa en nuestras espaldas, para que pueda aparecer el yo verdadero y profundo.
El origen de nuestros miedos está en cómo pensamos; liberarnos del miedo es adquirir la verdadera libertad interior. Por ello, el Zen nos ejercita en situarnos en el silencio del momento presente: el camino hacia el verdadero desapego.
¿Cómo hacerlo? Cuando llegue un pensamiento o una emoción, dejarlos pasar, no procurarles alimento, sino solo observar al igual que las olas que llegan a la orilla y luego se retiran. Sin caer, por supuesto, en la trampa de que no debemos pensar. El pensamiento usado correctamente es una herramienta hacia nuestra libertad.
Ser capaces de detener nuestros pensamientos es liberarnos de los miedos que nos impiden nuestra liberación.
pensar en el futuro, anticipándonos a lo que pudiera pasar si perdemos el trabajo, alguien a quien amamos, si nos enfermamos, etc.
El principal problema que aqueja a muchas personas es la dificultad, cuando no la incapacidad, para vivir en el presente. Un proverbio zen afirma: «Cuando camines, camina. Cuando comas, come». A primera vista puede parecer sencillo, pero vivir el instante presente requiere de un trabajo. Vivimos nuestro dÃa a dÃa ocupando la mente con cuestiones que relegan el presente a un segundo plano.
El presente nos invita a valorar, a agradecer, a aceptar, a vivir de una forma plena, a calmar la mente, a abrirnos a las sensaciones que experimentamos, a lo que nos gusta, a lo que nos duele.
¡Cuántas veces sentimos miedo por aquello que nuestra mente apenas se imagina!
El miedo devasta las conciencias, desequilibra interna y externamente e incita a crear más miedo. El miedo paraliza y nos vuelve fácilmente manipulables. El miedo hace que entremos en pánico y adoptemos actitudes irracionales.