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Terapias combinadas para una Vida Plena
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Supongamos que estás triste, pero de pronto lees o escuchas algo que te hace reír.


O supongamos que estás en un atasco de tránsito, impaciente y preocupada porque llegarás tarde a una cita, cuando te llama por teléfono una amiga y de inmediato te alegra.

Son dos ejemplos cotidianos de cambios de humor, de estado anímico.


Date cuenta de que retirar la atención de lo que te hace mal, lo que te daña, y ponerla en otra cosa es suficiente para cambiar tu estado mental.

Observa lo rápido que pueden pasar esas nubes que son los estados mentales.


Se trata de verdaderos destellos de libertad.

Pero no hace falta que tengas una distracción agradable para cambiar tus estados de ánimo. Observar con atención los sentimientos negativos sin juzgarlos ni oponer resistencia es suficiente para que desaparezcan.

¿Qué es la ira? ¿Dónde la sientes? ¿Y la tristeza? ¿En qué lugar del cuerpo la situarías?

Desarrollar una conciencia clara contribuye a que tus estados mentales viajen deprisa, como a menudo lo hacen las nubes.






Un elemento necesario para la práctica del Zen es el desapego.


Sentarse en silencio es un aprendizaje del desapego.


Desapegarse significa dejar de necesitar, de depender, de vivir con miedo. Significa también desprendernos de todo aquello que no somos y que hemos ido acumulando a lo largo de la vida por imposiciones educativas, culturales y sociales… ¿para qué? Para ser reconocidos y aceptados.


Evidentemente, no es una tarea nada sencilla. Vivir, ya sabemos, no lo es.


Aparecen muchos miedos: a no ser suficientemente inteligentes, exitosos, a no sentirnos amados, a que nos abandonen, a que nos rechacen, a enfermar, a la muerte, etc. Miedos difíciles de erradicar si no se realiza un trabajo personal guiado por un especialista, dado que muchos de esos miedos son inconscientes.


El Zen y la psicoterapia nos ayudan a acceder poco a poco a liberarnos de las cadenas, a hacer conscientes nuestros miedos y a entender, progresiva y paulatinamente, aquellas construcciones que forman nuestro yo. Para ello hemos de ser capaces:

  • De aprender sobre el miedo y no a cómo escapar de él.

  • De aceptar cómo somos.

  • De liberarnos de aquello que no nos sirve, que pesa en nuestras espaldas, para que pueda aparecer el yo verdadero y profundo.

El origen de nuestros miedos está en cómo pensamos; liberarnos del miedo es adquirir la verdadera libertad interior. Por ello, el Zen nos ejercita en situarnos en el silencio del momento presente: el camino hacia el verdadero desapego.


¿Cómo hacerlo? Cuando llegue un pensamiento o una emoción, dejarlos pasar, no procurarles alimento, sino solo observar al igual que las olas que llegan a la orilla y luego se retiran. Sin caer, por supuesto, en la trampa de que no debemos pensar. El pensamiento usado correctamente es una herramienta hacia nuestra libertad.


Ser capaces de detener nuestros pensamientos es liberarnos de los miedos que nos impiden nuestra liberación.


Práctica del Zen
El desapego





El pasado forma parte de la historia personal y colectiva, y pensar en el futuro sirve para planificar aquello que todavía no ha llegado.


Lo que puede llegar a enfermar y a entorpecer el crecimiento es refugiarnos en el pasado o en el futuro de manera continuada:

  • estar anclados en el pasado, recordando lo que fuimos, lo que teníamos, lo que hubiéramos hecho si…

  • pensar en el futuro, anticipándonos a lo que pudiera pasar si perdemos el trabajo, alguien a quien amamos, si nos enfermamos, etc.

El principal problema que aqueja a muchas personas es la dificultad, cuando no la incapacidad, para vivir en el presente. Un proverbio zen afirma: «Cuando camines, camina. Cuando comas, come». A primera vista puede parecer sencillo, pero vivir el instante presente requiere de un trabajo. Vivimos nuestro día a día ocupando la mente con cuestiones que relegan el presente a un segundo plano.


El presente nos invita a valorar, a agradecer, a aceptar, a vivir de una forma plena, a calmar la mente, a abrirnos a las sensaciones que experimentamos, a lo que nos gusta, a lo que nos duele.


Vivir en el presente es una buena forma de empezar a vivir. No solo significa dejar de pensar en el pasado o en el futuro, sino también aprender a disfrutar del aquí y ahora, a ser plenamente conscientes.


Si somos capaces de anclarnos interiormente en el momento presente seremos capaces de liberarnos del pasado, como también de sentirnos libres proyectando nuestro futuro, pero sin tanta angustia.


¡Cuántas veces sentimos miedo por aquello que nuestra mente apenas se imagina!

El miedo devasta las conciencias, desequilibra interna y externamente e incita a crear más miedo. El miedo paraliza y nos vuelve fácilmente manipulables. El miedo hace que entremos en pánico y adoptemos actitudes irracionales.


Aprovechemos el momento presente para aceptar que la Vida fluye a través de nosotros, para descubrir quiénes somos, cómo actuamos y desde dónde.


Aprovechemos para prestar atención a nuestros pensamientos y a cuestionarnos por qué pensamos como pensamos, por qué hacemos lo que hacemos, qué es lo que se está poniendo en juego a nivel interno y externo, y entre otros muchos aspectos, a aceptar que no podemos controlar lo impredecible.




Bello atardecer
Vivir el instante presente



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