Una y otra vez, la escena se repite en la consulta: la persona que pide acompañamiento terapéutico pregunta acerca de algo que le acontece: «¿Esto es normal?».
Según la definición del diccionario, normal es: «Dicho de una cosa: Que se halla en su estado natural»; la naturaleza humana es un asunto que lleva miles de años debatiéndose, sin respuesta consensuada. Seguimos con el DRAE: «Habitual u ordinario»; es decir, lo común. Y es la tercera definición la que nos interesa: «Que sirve de norma o regla»; es decir, lo que se impone desde algún poder o lo que emerge del promedio.
Las personas son cada dÃa más normópatas, es decir, cada vez hay más gente preocupada por poder adaptarse a la normalidad. Sin preguntarse quién o qué estamentos dictan las normas a las que desean adherirse. Sin preguntarse si esa adaptación resultará beneficiosa (espóiler: nunca resulta beneficiosa para la subjetividad). Sin preguntarse si esa naturaleza a la que anhelan adscribir es una construcción de la cultura para fabricar seres obedientes, mansos, que respondan de manera acrÃtica a los mandatos de los diferentes poderes que se disputan nuestro gobierno (el poder tecnológico, el polÃtico, el financiero, el religioso…).

La normalidad es una enfermedad que se puede curar con un proceso psicoterapéutico. La normopatÃa, consecuencia lógica de una ansiosa aspiración a la normalidad, también se puede sanar, aunque el pronóstico es algo más reservado.
Normópata es quien anhela ser como esa influencer, esa youtuber, esa artista de éxito, esa modelo de pasarela; quien desea ese rostro y ese cuerpo que se proponen justamente como eso, normativos, para que todas formemos un ejército de aspecto uniforme, uniformadas por fuera y por dentro, deseosas de lo mismo, idénticas en busca de una identidad que, justamente, se nos niega por querer ser como todas. Normópata es quien sigue los dictados de las reglas sin pensar, sin pensarse, sin ningún afán de construir un relato propio, movido por el único apetito de dejarse llevar, alienado, mecido en los brazos de una corriente que siempre arrastra en la misma dirección: la atrofia del pensamiento.
Huir de la normalidad, desobedecer los mandatos del capitalismo, dejar de reproducir los modelos propuestos con la única mediación de las redes sociales, escapar de la libertad de supermercado, remar —aunque sea un poquito— contra la corriente… por ahà van los pasos de una subjetividad que podrÃamos llamar auténtica.


