El paso del tiempo no supone decaer. Puede ser también una oportunidad de crecimiento y mejora personal, la posibilidad de vivir una nueva etapa de la vida, un paisaje distinto en el que siempre hay algo nuevo que aprender.
«No se improvisa un viejo: se va haciendo. Desde el niño, desde el joven, desde el adulto. La vejez tiene dentro todas esas edades. ¿Cómo va a estar sola si la acompañan la curiosidad, la sorpresa y la admiración que formaron su infancia; el entusiasmo, la generosidad y el ímpetu que formaron su juventud; la reflexión, la ponderación y la serenidad que formaron su madurez? La soledad del viejo es el producto de las anteriores. Si se ha combatido frente a ellas dando paso al pesar y a la gloria del mundo, a su depredación y a su enriquecimiento, la soledad final no se producirá. Y para ello no hay que mirar atrás con insistencia; no hay que empeñarse en que este sentimiento, esta mano, este mediodía hubiesen sido más hermosos hace veinte o cuarenta años: la vida es hoy; lo anterior fue un modo, bueno o malo, de llegar hasta aquí».
Antonio Gala
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