El silencio en el relato oriental tiene otros valores que en el relato occidental, no significa ausencia de comunicación sino comunicación plena, un silencio significativo.
El filósofo chino Kungtsé (Confucio), que vivió hace cerca de 2.500 años, tuvo que esperar doce años hasta tener la oportunidad de conocer personalmente a un sabio maestro con el cual sólo había mantenido amistosas relaciones epistolares. Después de un viaje que duró varios días, Kungtsé alcanzó la meta anhelada. Ambos maestros se saludaron en silencio con una respetuosa reverencia y se sentaron frente a frente sin decir palabra.
Media hora más tarde, Kungtsé se incorporó sin que hubiesen hablado absolutamente nada. Su amigo siguió su ejemplo. Se despidieron con una nueva reverencia silenciosa. En el camino de regreso, sus intrigados discípulos le dijeron:
«Pero, Maestro, tanto tiempo como has esperado para poder ver cara a cara a tu sabio amigo y, al final, ¿no habéis sabido hacer los dos nada mejor que estar sentados frente a frente en silencio?».
Kungtsé contestó: «Ha sido la media hora más sublime de mi vida. Cualquier palabra hubiese estado de más».
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