Ocuparse de uno mismo significa, muchas veces, dejar de esperar que los demás cambien.
Intenta no cambiar al otro, ya que es imprescindible que el otro lo quiera hacer y es algo, que por mucho que te pese, no depende de ti.
Con frecuencia ese querer cambiar a la otra persona se ve claramente en las relaciones de amistad, las familiares y, sobre todo, en las relaciones de pareja: uno de ellos o los dos anhelan que el otro cambie, que entre en razón, que les ame como esperan, etc. Sin embargo este tipo de anhelos no acaban sucediendo.
Detrás de esos reclamos uno ha de preguntarse:
¿Qué me falta?
¿Qué escondo?
¿Qué me pasa?
¿Por qué lo hago?
¿Con qué intención?
¿Desde dónde ?
Detrás de esas exigencias ha de haber un trabajo, un respeto hacia el otro, un pensar que el otro es distinto a nosotros. En muchas ocasiones, es necesario un acompañamiento terapéutico para que la persona sea consciente de que hay un problema que debe afrontar.
Si empiezas cambiando tú sin esperar que el otro lo haga, el agua estancada seguramente empezará a circular, a limpiarse, a moverse,... Si tu cambias, el sistema cambia. Si empiezas a comportarte de manera distinta con el otro, es probable que también cambie su forma de actuar contigo.
¿Por qué no lo pruebas?
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