A menudo le damos infinitas vueltas a nuestros problemas con la consecuencia de acabar agotados mentalmente.

Detrás de cada pensamiento hay muchas veces emociones, experiencias previas que dan fuerza a determinadas afirmaciones, creencias e ideologías que damos por supuesto válidas, como también, entre otros aspectos, mecanismos de defensa, que nos protegen de la ansiedad o la percepción de peligros internos y externos.
Por lo tanto, observar nuestros pensamientos requiere de un profundo trabajo personal, de ayuda psicológica, de ser capaces de detenernos, de saber descansar física y psicológicamente y, entonces, poder clarificar y priorizar.
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