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Terapias combinadas para una Vida Plena
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La meditación es muchas cosas, y cuesta poner en palabras todo lo que puede llegar a ser. Meditar es abrirse, sentir, habitar el presente y transitar un camino que, con el tiempo, puede conducir a una transformación profunda.


Meditar es permitirse estar en el aquí y ahora, sin forzar respuestas ni buscar soluciones inmediatas. Es abrir espacio para que emerja lo que tenga que emerger, sin huir ni reprimir.


Es también aprender a relacionarnos de forma más consciente con todo lo que aparece en la mente, que —como el cauce de un río— nunca deja de fluir. La meditación nos invita a detenernos, a recuperar el contacto con nosotros mismos y con lo esencial.


Meditar es una práctica de vida plena. Nos pone frente a nuestra verdadera naturaleza. Nos lleva al descubrimiento honesto de lo que somos más allá de las máscaras. Nos ancla en lo inmediato: lo que sentimos, lo que sucede, lo que somos ahora.


Abrir, sentir, vivir y transitar un camino que puede llevar a la transformación personal.
La experiencia de meditar

La experiencia de meditar


Haz la prueba: siéntate a meditar y observa cómo estás. Sin juzgar, sin buscar nada. Solo obsérvate y déjate respirar. Cuando inspires, ábrete a la experiencia, a sentir, a recibir. Cuando espires, suelta, vacíate, permite que el aire se lleve lo que ya no necesitas. Inspirar es recibir; espirar es soltar. Ahí está el equilibrio.


La respiración está con nosotros desde que nacemos hasta el final. Nos moldea, nos acompaña, se adapta a nuestro estado interno. Si hay tensión, miedo o exceso de control, la respiración lo reflejará. Obsérvala. Déjate respirar sin intervenir. No la fuerces. Tú eres esa respiración que viene y va, que sube y baja, sin cesar.


En la meditación no se trata de hacerlo bien o mal, sino de que te sientes y te observes. Se trata de que contemples los pensamientos, las emociones que hablan y arrastran, pero sin implicarte ni tampoco que los alimentes. Es dejar que las cosas vengan y dejar que las cosas se vayan.


Cuando te sientes practica el gesto de simplificar. Simplificar nos hace libres. Simplificar para limpiar. Clarificar para que aparezca lo que somos y no lo que tenemos. La simplicidad nos invita a despojarnos de lo accesorio y a descubrir nuestra esencia. Si estamos preocupados por una sola hoja no veremos el árbol.


Para mí, significa una experiencia de apertura. Con todo lo que representa ese abrirse, que es mucho y difícil. La meditación es una revelación. Revela algo muy preciado, aunque también revela molestia. Otras veces revela sorpresa, un descubrirse una misma. En otras ocasiones, ese descubrimiento es incómodo; en otras, en cambio, es enormemente gratificante. Sentarme a meditar cada día es un viaje único, distinto, sin retorno y con muchas sinergias.


Meditando en casa
¿Qué significa para cada uno meditar?

Hay un montón de razones para realizar la práctica de la meditación, y todas ellas resultan enormemente satisfactorias y beneficiosas; y también, a la vez, como ocurre en cualquier crecimiento, no es un camino de rosas. Sin obstáculos es imposible crecer. Sin desafíos, sin tormentas, sin sombras, sin dificultades… nuestro desarrollo es vacío y sin esencia. Toparse con el yo egoico, con las resistencias, las incomodidades, las tensiones, los bloqueos, las crispaciones… no resulta para nada un camino fácil.


Cuando decimos «tengo una contractura en la espalda», ¿quién es la que está contracturada? Yo no estoy mal, es mi espalda, como si mi espalda no fuera parte de mí. El lenguaje nos pone trampas y nos aleja del cuerpo que somos. Y de la unidad.


También medito para despojarme de aquello que me sobra, que me bloquea, que me resta… para enfrentarme a mis resistencias yoicas, para liberarme de capas que ya no necesito y, cómo no, para acercarme a mi ser esencial. Es, sin duda, una apuesta personal que recomiendo y que vale mucho la pena. No cuesta dinero, no hacen falta conocimientos previos. Sólo es necesario sentarse y observar qué sucede. Eso sí, poniendo atención a la postura, sentir cómo la tierra nos acoge y nos impulsa a la vez al cielo desde nuestro centro, desde el Hara.


¿Y tú, meditas? ¿Qué experimentas en la meditación?


La meditación es la práctica de la atención consciente con todo lo complicado que conlleva esa atención. La atención ha de ir dirigida a nuestra respiración, a nuestra postura y a observar nuestro cuerpo. Estar en una atención consciente es no hacer predicciones, ni juicios ni proyecciones constantes que nos alejan de la Vida y de este preciso momento.


Experimenta estar presente de verdad y a escuchar de verdad. No aquello que piensas, no aquello que te atraviesa, no aquello que te molesta, no aquello que te pica, sino a estar en silencio, a callarte y a no moverte.

Rosa roja en jarrón de vidrio sobre mesa
Atención consciente

Sentarte en silencio y callar es un gesto y una forma distinta de estar en el mundo, contigo y con el resto. En za-zen deja de lado todas las actividades, físicas y mentales, y experimenta la intimidad con la Vida. Crea tus condiciones propicias para renunciar al estricto y esclavo control de tu mapa mental y ábrete a la posibilidad de percibir las cosas tal y como son.


Cuando estés en el simple acto de quedarte quieto podrás entregarte a la práctica. Estoy en el gesto de estar sentada y de descubrirme desde otro lugar. ¡No hay capacidad de mantener la atención! Vivimos en lo instantáneo, pendientes de lo de fuera y de que se produzcan las cosas. ¡YA!


Vivimos en la mente y hemos dejado de vivir en el cuerpo que somos, un cuerpo que muchas veces sólo experimentamos para mostrarlo como un elemento de seducción, de aprobación, de admiración, pero que no habitamos. Hemos de aprender a habitar nuestro cuerpo y recuperar la mirada profunda e interior, para dejar de ser esclavos del reconocimiento externo y la aprobación propia. Hemos de atrevernos a vivir la experiencia de cada sentada y arriesgarnos a sentir, a estar presentes y a descubrir la verdadera naturaleza de la meditación.

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