A menudo le damos infinitas vueltas a nuestros problemas con la consecuencia de acabar agotados mentalmente.
Vueltas y más vueltas
Detrás de cada pensamiento hay muchas veces emociones, experiencias previas que dan fuerza a determinadas afirmaciones, creencias e ideologías que damos por supuesto válidas, como también, entre otros aspectos, mecanismos de defensa, que nos protegen de la ansiedad o la percepción de peligros internos y externos.
Por lo tanto, observar nuestros pensamientos requiere de un profundo trabajo personal, de ayuda psicológica, de ser capaces de detenernos, de saber descansar física y psicológicamente y, entonces, poder clarificar y priorizar.
Este poema de Marianne Williamson, leído por Nelson Mandela en su discurso de investidura como Presidente Electo de Sudáfrica (1994), nos habla, entre otros muchos aspectos, de no tener miedo de mostrar todo aquello que nos hace brillar, de ser capaces de valorar la sencillez, de pronunciar palabras que alimentan el alma y que nos transportan a un lugar preciado de nuestro ser.
Debemos descubrir nuestros temores y creencias que tantas veces nos limitan.
Te recomiendo que leas este hermoso poema como si estuvieras meditando:
«Nuestro miedo más profundo no es que seamos inadecuados.
Nuestro miedo más profundo es que somos poderosos sin límite.
Es nuestra luz, no la oscuridad lo que más nos asusta.
Nos preguntamos: ¿Quién soy yo para ser brillante, precioso, talentoso y fabuloso?
En realidad, ¿Quién eres tú para no serlo?
Formas parte del universo
Eres hijo del universo.
El hecho de jugar a ser pequeño no sirve al mundo.
No hay nada iluminador en encogerte para que otras personas cerca de ti no se sientan inseguras.
Nacemos para hacer manifiesto la gloria del universo que está dentro de nosotros.
No solamente algunos de nosotros: Está dentro de todos y cada uno.
Y mientras dejamos lucir nuestra propia luz, inconscientemente damos permiso a otras personas para hacer lo mismo.
Y al liberarnos de nuestro miedo, nuestra presencia automáticamente libera a los demás».
Mi enemigo me dijo: «Ama a tu enemigo». Y yo le obedecí y me amé a mí mismo.
Pensamos que el enemigo es el otro, el que no nos entiende, el que nos boicotea, el que nos dificulta el camino, pero el enemigo al que tenemos que hacer frente es a nosotros mismos.
A veces, estamos tan acostumbrados a maltratarnos, a descuidarnos, a no querernos, que ni tan siquiera somos conscientes.
Un poco de ayuda profesional ayuda a descubrir la belleza oculta en nuestras inseguridades y dificultades.