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Sentir ansiedad de modo ocasional no es para alarmarse. Sin embargo, si la ansiedad es habitual, con picos elevados de tensión muscular, falta de respiración, taquicardia o, incluso mareo y afecta a nuestro estado de ánimo, sueño y apetito, además de acudir a un profesional (es una señal de que algo no funciona), las técnicas de relajación ayudan en momentos puntuales.


En psicoterapia podemos aprender la respiración diafragmática, un ejercicio breve que nos ayuda a relajarnos desde la respiración. Si la tensión la vivimos a un nivel más muscular tensando el cuerpo, una técnica recomendada es la relajación muscular progresiva de Jacobson.


Se compone de unos ejercicios sencillos que nos ayudan a tensar y destensar nuestros músculos. También es especialmente útil para ayudarnos a dormir, ya que se puede hacer tanto sentado como tumbado.


Se realiza un recorrido por cada parte del cuerpo para tensar y destensar y lograr la relajación. Para ello, tensaremos durante 10-15 segundos el músculo indicado y después lo destensaremos al mismo tiempo, repitiéndolo dos o tres veces.


Ejercicios prácticos:


Cara: 1. Frente: fruncir el ceño 10-15 segundos y después relajarlo lentamente. 2. Ojos: cerrar y apretar para después soltar. 3. Nariz: arrugar unos segundos y relajar lentamente. 4. Boca: apretar los labios y las muelas el tiempo indicado y después relajar. Sonreír ampliamente y relajar lentamente.


Tronco 1. Cuello: bajar la barbilla hacia el pecho y notar cómo se estira la parte de atrás. Después se relaja volviendo a elevar la barbilla. 2. Hombros: los tensamos llevando los codos hacia atrás y los hombros hacia delante. Para relajarnos, soltaremos esa tensión. 3. Brazos y manos: contraer, sin mover, primero un brazo y luego el otro con el puño apretado, notando la tensión en brazos, antebrazos y manos. Relajar lentamente. 4. Abdomen: tensamos los abdominales, como si metiésemos la tripa y después soltaremos lentamente.


Piernas 1. Piernas: elevaremos una pierna, llevando los dedos de los pies hacia nosotros y notando la tensión en todos los grupos de músculos de la zona. Soltaremos y repetiremos lo mismo con la otra pierna.


Una vez que hayamos realizado la tensión y la distensión con todos los grupos por orden, repasaremos mentalmente si hay alguna zona que notemos tensa para volver a ejercer la técnica en dicha zona.



Relajarnos desde la respiración
La relajación muscular progresiva de Jacobson


Foto del escritor: Eva Rodríguez RenomEva Rodríguez Renom

Si queremos evolucionar, sería recomendable encontrarnos con lo que nos es contrario. Poder avanzar aceptando nuestras «sombras» como las de nuestro entorno.


No deberíamos evitar lo que es sombrío, ni quedarnos rezagados en lo que es luminoso.


Hay que ir hacia la vida, abiertos sin reservas, caminando con firmeza, sin tregua, y si fuera necesario, dejando lo que con gozo hemos logrado. Quizás, así, iremos desasiendo la cubierta de nuestro pequeño yo, duro e impermeable, para ir envolviéndonos conforme a un Ser más auténtico.


Reflexiones del libro Práctica del camino interior, Karlfried Graf Dürckheim



Introspección
Práctica del camino interior

«Y cuando digo abandonar, no me refiero sólo a un acto extraordinario. Traumático. No. Es más simple. Pero duele igual.

A todos nos abandonaron en el medio de un quilombo. En el inicio de un proyecto. En el placer del logro cumplido. En el momento menos pensado. En el momento más esperado. A veces pasa, que te das vuelta y no tenés quien te junte los mocos, quien te dé la palmada en la espalda, quien te guiñe el ojo cuando algo te salió bien y quien te limpie las rodillas cuando te fuiste al pasto.


Persona en el mar
A todos nos abandonaron un día

Todos sabemos de la soledad que se siente cuando nos sentimos solos. Porque todos fuimos abandonados un día. Y entonces, encontramos un secreto tristísimo, un acto paliativo, para tapar ese pozo. Vemos gente que se come la angustia tragándose un paquete de cigarrillos, el otro que corre y corre como un loco a ver si el viento en la cara le vuela ese agujero en el pecho. Personas que se comen las uñas junto con los nervios y la ansiedad paralizante. Paquetes de galletitas que van a parar a la boca sin noción de que lo que se intenta matar, no es el hambre. O por lo menos , no ese. Pibes que se perforan la nariz y las venas, con alguna que otra cosa que lo pase a otra realidad por un par de horas.


El otro se pone a jugar lo que no tiene. Vos comprarás compulsivamente cosas que no necesitás, para sentirte un poco vivo por un instante. Y yo me quedaré mirando una película, que me habilita disimuladamente a llorar mirando afuera, lo que no tengo ganas de mirar adentro. Es que somos tan jodidos con nosotros mismos que cuando peor estamos, es cuando más nos castigamos. Porque todo eso que te comés, te come a vos. Te pone peor.

Te suma al abandono, la culpa de hacer algo que sabés que no es genuino. Que no es lo que querés. No comés así por hambre. No corrés por deporte, cuando te estás rajando de vos. No te intoxicás por placer. No te acostás con esa mina por amor . Tapás. Escondés. Tirás abajo de la alfombra. Cerrás los ojos. Te ponés un bozal y un par de auriculares para no escuchar tu corazón. Date cuenta. Te estás comiendo a vos. Y quizá, el secreto esté en frenar. En sentir. En recordar, que en ese abandono lo que te falta, es lo que tenés que buscar. Amor. Quizá sea hora de pedir ese abrazo. De acostarte en las rodillas de tu mamá. De poner la pava y llamar diciendo, sí, te juro que te necesito. Es ahora. Después no. Ahora. Andá a esa casa. Hablá con quién te escucha. Llorá. Gritá. Decí. Vomitá. Pedí. Da. Ahora. Hacer malabares, en medio del despelote, no tiene más que un resultado despelotado. Resultado que no va a curar la herida que te sangra, porque le estás metiendo una curita. Y las curitas no curan. Las curitas tapan. Y vos sabés muy bien que el dolor tapado no es dolor sanado.

Pará un poquito. Mirá en el espejo de tu alma. Frená. Mirá lo que te falta y salí a buscarlo en dónde creas que lo puedas encontrar. De verdad.

No revolotees como mosca en platos vacíos. Pedí lo que necesitás si ves que solo no podés. Porque no hay peor abandono que el que se hace a uno mismo. Con eso no se juega. No tenés derecho». Gabriel Rolón

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