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Terapias combinadas para una Vida Plena
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  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

– Pero, ¿tú me amas? – Preguntó Alicia.


– ¡No, no te amo! – Respondió el Conejo Blanco.


Alicia arrugó la frente y comenzó a frotarse las manos, como hacía siempre cuando se sentía herida.


– ¿Lo ves? – Dijo el Conejo Blanco.


Ahora te estarás preguntando qué has hecho mal, para que no consiga quererte al menos un poco, qué te hace tan imperfecta, fragmentada.


Es por eso que no puedo amarte.


Porque habrá días en los cuales estaré cansado, enojado, con la cabeza en las nubes y te lastimaré.


Cada día pisoteamos los sentimientos por aburrimiento, descuidos e incomprensiones.

Pero si no te amas al menos un poco, si no creas una coraza de pura alegría alrededor de tu corazón, mis débiles dardos se harán letales y te destruirán.


La primera vez que te vi hice un pacto conmigo mismo: «evitaré amarte hasta que no hayas aprendido a amarte a ti misma ».


Por eso Alicia no, no te amo.


Extracto del libro Alicia en el país de las maravillas, Lewis Carroll.


*******************


Desde la psicología, el amor propio se ha conceptualizado científicamente como autoestima. Hace referencia a la valoración o estima que una persona tiene de sí misma.


El amor propio nos protege de no sentirnos lastimados ante cualquier situación.


Cuando nos gustamos más, cuando nuestra opinión sobre nosotros mismos aumenta, dejamos de intentar la validación y la atención de otras personas. El amor propio nos avisa cuando es momento de retirarnos de una relación. Nos enseña a poner límites cada vez que sea necesario. Nos responsabiliza de aquello que concierne a nosotros y dejamos la responsabilidad al otro cuando le corresponda. Y además, entre otros muchos aspectos, genera empatía, aceptación y comprensión hacia nuestra persona y por ende hacia los demás.


Poder recuperar la estabilidad emocional, aumentar la autoestima, amar y dejarse amar son algunos de los objetivos en terapia y la base para tu bienestar.


Amor propio
Amor propio

En estos tiempos de modernidad líquida muchas personas se han convertido en expertas en manipular las apariencias y han aprendido a mentir fácilmente. Esto no afecta sólo al aspecto físico, sino también a lo que se suele presentar como una necesidad de aprobación externa.


La virtualidad de los vínculos, en especial en lo referente al mal uso de las redes sociales, hace que éstos estén cada vez más tintados de un exagerado énfasis en lo bueno, a fin de recibir más elogios; filtros y filtros para venderse mejor; una marcada confusión en creer que la imagen es lo que más importa, etc. Resultado: dinámicas insanas, relaciones falsas y una creciente inseguridad.


Si quieres liberarte de las apariencias y de necesidad de aprobación externa tienes que comprometerte a hacer un trabajo contigo mismo, que valga la pena. Es una tarea difícil, pero posible. Lo que está claro es que nunca vas a controlar el veredicto que te atribuyen los demás. Y no siempre a los otros les importas tanto como piensas.

Si tratas de sostener una vida significativa con la aprobación externa, el qué dirán, la apariencia física y la acumulación de cosas materiales, lanzarás el ancla para convertirte así en otro esclavo robotizado y convertirás tu vida en carente de sentido, vacía.


Se trata de buscar aquello que te sostiene. Se trata, además, de trabajar para soltar, para liberarte del cautiverio y propiciar una vida más auténtica y conforme con tu ser.


La psicoterapia y la práctica del zen son algunas de las puertas que abren este camino.


Algunas preguntas que sirven para ir pensando estas cuestiones:

¿Cuáles son las fuentes de tu bienestar?

¿Cómo utilizas las opiniones de los otros?

¿Qué te ocurre a nivel emocional?

¿Qué estás llenando con esa aprobación?

¿Qué buscas cuando cuelgas una foto?

¿Cuál es tu motor interno?


Una vida significativa se deriva de responder a estas cuestiones, y las que quieras añadir. Para ello debes abrir otras puertas. Algunas estarán escondidas, otras aparecerán sutilmente. Aún otras puertas te llevarán más allá de lo que inicialmente pensabas o ni tan siquiera te habías imaginado.


Para ello has de trabajar y poner el foco en lo que te acontece, sin excusas ni adornos, como también en:

Que seas capaz de saborear la sencillez.

Que rompas el sistema de creencias limitantes y sufrientes.

Que alabes la simpleza del momento presente.

Que pares y te observes.

Que vacíes de contenido aquello que te enferma.

Que camines a través de la experiencia.

Que sientas que te equivocas y que aprendes de ello.

Que te quieras y te aceptes.

Que trabajes en no controlar lo impredecible.

Que conectes con las fuentes de tu bienestar.

Que intentes tomar tus propias decisiones.

Que necesites menos para poder disfrutar más.

Que trates de buscar tu sustento.

Que pongas el ancla en algo firme, que valga la pena.


Y que des cabida a tu motor interno, lo que te importa en esta vida, y no en las apariencias y en esa dañina aprobación externa.

¿Qué muestras en las redes sociales?
¿Qué muestras en las redes sociales?

  • Foto del escritor: Eva Rodríguez Renom
    Eva Rodríguez Renom

Educar es una tarea titánica, pero no por ello ha de ser una repetición de los valores transmitidos.

Una de las responsabilidades como adultos educadores es poder trasladar a los más pequeños el valor que tienen de ser únicos.

Frases como: vales mucho; te quiero; llegarás lejos; te apoyo, estoy aquí; te escucho; eres listo; eres grande; eres bello; tú puedes; estoy orgullosa de ti, etc., son sólo algunos disparadores que contrarrestan momentos en los que se pueden sentir inseguros, desconfiados, pequeños, con baja autoestima...


Para poder desarrollar una vida plena los niños deben ser capaces de confiar en sus capacidades.
Crecimiento personal

Para poder desarrollar una vida plena, los niños deben ser capaces de confiar en sus capacidades.

Cuántos adultos llegan a la consulta con pesadas mochilas producto del poco apoyo de sus padres. En ellas resuenan frases que siguen presentes en sus vidas, porque se las repitieron cuando eran pequeños: no preguntes tanto; eres tontito; no puedes; eres feo; estás loquito; eres raro; qué pesado; déjame en paz, no te entiendo; aprende de tu hermano/a; no llores, que no es para tanto; estoy harta de ti; eres malo, etc.


Es una evidencia que a muchas personas les ha faltado ese apoyo en la base de su existencia, y no han sabido encontrar su potencial. Seamos padres o no, hemos de romper la cadena de una trasmisión dañina y preñada de consecuencias nefastas. Sin caer, por supuesto, en tratar a los más pequeños (y los que no son tan pequeños) como florecillas y consentirles todo aquello que deseen.

Una de las tareas más difíciles es educar, y no hay garantía de hacerlo bien. Pero tenemos la responsabilidad ética de intentarlo desde nuestro centro y con madurez, y no desde lo que nos transmitieron e inculcaron nuestros antepasados. Si repetimos, no avanzamos ni reparamos.


Por ello, el primer paso de la educación de los niños empieza por la nuestra, y especialmente en las personas que deciden ser madres y padres sin muchas veces cuestionarse los motivos de esa decisión ni asumir la enorme responsabilidad que conlleva tener hijos.

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