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Terapias combinadas para una Vida Plena
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Vivimos en una sociedad profundamente adictiva, sostenida por la cultura del exceso, la sobreestimulación y el consumo inagotable. Este entorno genera reacciones intensas que pueden compararse con los efectos de ciertas drogas. Bajo este bombardeo constante observamos un individualismo creciente, que dificulta o incluso imposibilita los vínculos humanos, amplía el vacío emocional y allana el camino hacia conductas y personalidades adictivas.


¿Hay personas con más tendencia a las adicciones?
¿Hay personas con más tendencia a las adicciones?


La adicción no depende solo de la sustancia

No es la sustancia en sí lo que convierte a alguien en adicto. El riesgo surge cuando se utiliza como anestesia para no sentir o como atajo para evitar aquello que preocupa. En esas circunstancias, la posibilidad de caer en la adicción se multiplica.


Las adicciones adoptan múltiples formas:

  • Sustancias: alcohol, nicotina, cocaína, heroína, metanfetaminas.

  • Medicamentos: opioides, ansiolíticos.

  • Conductas: juego, compras, uso compulsivo del móvil, sexo, ejercicio físico o incluso cirugía estética.


Cada tipo de adicción tiene sus características particulares, pero todas comparten mecanismos de compulsión y dependencia. En este artículo nos centraremos en los comportamientos adictivos que van más allá de la sustancia o la acción, buscando abrir nuevas vías de reflexión y acompañamiento.



Factores que pueden aumentar la vulnerabilidad

Cada persona es única y cada caso es singular. Sin embargo, ciertos rasgos y circunstancias pueden predisponer a conductas adictivas:

  • Alta impulsividad, baja autoestima y falta de identidad.

  • Ausencia de límites claros y de figuras de autoridad.

  • Baja tolerancia a la frustración y experiencias traumáticas previas.

  • Carencia de atención, abusos o represión emocional en la infancia.

  • Búsqueda constante de placer y gratificación inmediata.


Estas características no determinan la adicción, pero pueden interactuar y favorecer el desarrollo de una personalidad más propensa a la compulsión.


Creencias y malestar interno

Las creencias sobre nosotras mismas, los demás y el mundo marcan cómo sentimos, nos relacionamos y actuamos. La personalidad adicta suele vivir bajo un sistema de creencias distorsionado e inconsciente, que dificulta afrontar problemas, reconocer necesidades emocionales o aceptar imperfecciones.


La vulnerabilidad no está en la sustancia ni en la conducta, sino en el malestar interno que busca ser silenciado. Lo que la persona adicta persigue, muchas veces sin saberlo, es sentirse aceptada, segura, amada o importante. No intenta dañarse, sino sobrevivir a su dolor.


Sociedad, familia y la búsqueda de perfección

La personalidad adicta no surge en el vacío: está influida por la sociedad, la historia personal y, sobre todo, la familia.

  • El rol de la sociedad: Cuando el valor social se mide por la imagen y no por la autenticidad, quienes no encajan en ese molde sienten que no son suficientes.

    Esto alimenta, sin querer, la vía hacia la adicción.

  • La influencia de la familia: si evitamos sentir lo que duele porque nunca aprendimos a hacerlo o porque faltaron experiencias emocionales seguras en la infancia, buscamos escapar de la realidad. El pensamiento «no soy lo bastante buena» se proyecta sobre los demás: «son los otros quienes piensan que no lo soy».



Aprender a sentir para dejar de huir

Los sentimientos no desaparecen cuando los reprimimos; actúan desde lo inconsciente. El camino de salida requiere un proceso de des-aprendizaje y reaprendizaje, con ayuda, constancia, coraje y paciencia.


Se trata de descubrir que existen más opciones que reprimir o actuar, y que en los matices se encuentra la libertad. Observar lo que sentimos, aceptar la vulnerabilidad y sostener el dolor sin anestesias nos permite reducir la compulsión.


En lugar de llenar los vacíos internos con conductas adictivas, podemos:

  • Poner límites saludables.

  • Suavizar la autocrítica.

  • Encontrar un propósito en la vida, incluso en una sociedad que empuja al exceso.


El reto es enorme, pero posible.



Reflexiones finales

Las adicciones no son únicamente un problema de sustancias o conductas, sino una forma de relación con el dolor, la falta de vínculos y nuestra propia historia. Preguntarse y reflexionar es un primer paso:

  • ¿De qué intento escapar cuando busco anestesiarme?

  • ¿Qué vacíos trato de llenar con el exceso?

  • ¿Qué lugar le doy a mis emociones en mi vida cotidiana?


Más que preguntarnos si hay personas con mayor tendencia a las adicciones, quizá deberíamos cuestionarnos:¿Qué necesitamos como sociedad para dejar de vivir en la cultura del exceso y empezar a habitar una cultura del cuidado?

Reflexionar sobre estas preguntas y permitirse sentir con honestidad, sin juicios, es un primer paso hacia la transformación.



«Ningún poder de la tierra podrá arrancarte lo que has vivido. Lo que hemos sentido, sufrido o amado, permanece en nosotros. Haber sido es también una forma de ser, y quizá la más segura». Viktor E. Frankl


Persona caminando por campo de arroz al amanecer
Tu vida tiene sentido

Tu vida tiene sentido. No porque siempre sea fácil o clara, sino porque cada experiencia, cada dolor, cada alegría, deja una huella que nadie puede borrar. Incluso los momentos más oscuros forman parte de tu historia.


Encontrar sentido requiere coraje. Requiere mirarte a ti mismo sin máscaras, aceptar tus heridas y tus dudas. A veces parece imposible, y eso está bien. No hay atajos. Pero cada instante vivido con conciencia es un ladrillo en la construcción de tu vida.


El sentido no está solo en los grandes logros. Está en lo cotidiano: en cómo decides amar, en cómo afrontas la pérdida, en cómo eliges levantarte después de caer. Está en cómo respiras, observas y te permites sentir. Incluso los silencios y las preguntas sin respuesta tienen algo que enseñarte.


Aprender a vivir es aprender a estar presente. Es aprender a perder la vergüenza que nos limita, a crecer en la sencillez, a mirar a los demás y a la naturaleza con respeto. Es aprender a reconocer tus miedos y a caminar a pesar de ellos. Cada emoción, cada experiencia, cada paso importa.


Viktor Frankl encontró sentido donde parecía imposible. Neurólogo y psiquiatra austriaco, sobrevivió a Auschwitz y Dachau. Su obra, El hombre en busca de sentido, nos recuerda que incluso en el sufrimiento más profundo, la vida puede ser significativa.


Hoy, tu vida también tiene sentido. Puede que no lo veas completo, pero cada elección, cada sentimiento, cada momento que atraviesas te acerca a él. Observa. Siente. Actúa. Reconoce que tu existencia, con todas sus luces y sombras, importa más de lo que imaginas.



El sufrimiento viene dado muchas veces por recuerdos traumáticos e insoportables. Cada nueva experiencia o acontecimiento vivido está contaminado por el pasado.


No podemos cambiar lo que sucedió, pero sí podemos crear espacios emocionales seguros desde los que enfrentar esos recuerdos y romper el ciclo de repetición.


El primer paso hacia una vida más plena y segura es aprender a identificar, sentir y nombrar lo que ocurre en nuestro interior. Reconocer nuestras emociones y ponerles palabras es un acto profundo de autocomprensión.


Otro paso crucial es integrar el cuerpo en el proceso terapéutico. Es necesario enseñarle a nuestro organismo que aquello que nos hirió, ya pertenece al pasado. A través de un trabajo consciente y sereno con los pensamientos, emociones y sensaciones corporales, es posible desactivar las respuestas automáticas que quedaron grabadas en nuestro cerebro emocional.


El cuerpo no olvida


La autoconciencia física sirve para liberarnos de la tiranía del pasado
¿Qué dice tu cuerpo?

¿Cuántas veces recurrimos a la mente para ocultar lo que nos sucede? Sin embargo, lo que intentamos reprimir se manifiesta en el cuerpo, que recuerda y expresa lo que aún no hemos resuelto. ¿Qué dice tu cuerpo?


El consumo elevado de medicamentos, el mal uso y abuso de las drogas, comportamientos autolesivos y el exceso de carga laboral ocultan temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables, pero nuestro cuerpo tiene memoria y sigue llevando la cuenta.


El proceso terapéutico es verdaderamente transformador cuando logramos liberarnos del pasado, no mientras seguimos atrapados en él. Cerrarse al dolor implica también cerrarse a las fuentes de placer y de alegría vital.


Vivir en el presente


Debemos aprender a habitar el presente. Observar y tolerar nuestras reacciones físicas nos permite revisar el pasado de manera segura. La capacidad de sentirnos seguras en compañía de otras personas es esencial para construir una vida plena y con sentido.


En este camino, la autoconciencia corporal es una herramienta poderosa. Nos ayuda a liberarnos de la tiranía del pasado y a mirar nuestro cuerpo con curiosidad y aceptación, en lugar de con miedo.


Este es el camino para volver a ser dueñas de nuestra vida, con autenticidad y libertad.

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