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Terapias combinadas para una Vida Plena
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Sigmund Freud era un gran amante de los perros, sobre todo los de raza chow-chow. Aunque su pasión por estos animales le llegó a sus 70 años, el prestigioso psicoanalista no dudaba en hacer partícipe de sus sesiones a una de sus mascotas favoritas, su perra llamada Jofie (o Jofi, según algunas versiones). Durante siete años Jofie fue una verdadera asistente del creador del psicoanálisis en sus sesiones de terapia y se convirtió en una compañera muy especial.


Con estas bellas palabras describía Freud su amor por la perrita: «Las razones por las que se puede amar a un animal como Jofie con una intensidad tan singular son la simpatía ajena a cualquier ambivalencia, el sentido de una vida sencilla libre de conflictos con la civilización difícilmente soportables, la belleza de una existencia realizada en sí misma. Y, a pesar de la diversidad del desarrollo orgánico, el sentimiento de parentesco íntimo, de una afinidad innegable».


Jofie tenía un efecto calmante y tranquilizador, especialmente en los más pequeños, y además le servía a Freud para evaluar a sus pacientes. Observó que cuando éstos estaban tranquilos, la perra se acercaba a ellos para que la acariciaran. Si los pacientes estaban ansiosos, la perra mantenía la distancia y se quedaba al otro lado de la consulta.


Psicoterapia con perros
Terapia con animales

Esto no fue todo. Según escribió Martin Freud, uno de los hijos del psicoanalista, Jofie estaba tan acostumbrada a seguir las sesiones que con el tiempo aprendió a calcular la duración: si la perra bostezaba y se ponía de pie después de 45 minutos desde el inicio de la sesión, era la señal de que había llegado el momento de terminar.


La de Jofie es apenas una preciosa muestra del trabajo con animales que llegan a ser partícipes de la terapia, indirecta o directamente (Terapias Asistidas con Animales), convirtiéndose en un apoyo a los tratamientos, facilitando algunos procesos terapéuticos, ayudando a muchas personas a disminuir su ansiedad y a potenciar sus habilidades sociales.

Fábula para entender la resiliencia


Un día decidí darme por vencido…renuncié a mi trabajo, a mi relación, a mi vida. Fui al bosque para hablar con un anciano que decían era muy sabio.

-¿Podría darme una buena razón para no darme por vencido? Le pregunté.

-Mira a tu alrededor, me respondió, ¿ves el helecho y el bambú?

-Sí, respondí.

-Cuando sembré las semillas del helecho y el bambú, las cuidé muy bien.

El helecho rápidamente creció. Su verde brillante cubría el suelo. Pero nada salió de la semilla de bambú. Sin embargo no renuncié al bambú.

-En el segundo año el helecho creció más brillante y abundante y nuevamente, nada creció de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.

-En el tercer año, aún nada brotó de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.

-En el cuarto año, nuevamente, nada salió de la semilla de bambú. Pero no renuncié al bambú.

-En el quinto año un pequeño brote de bambú se asomó en la tierra. En comparación con el helecho era aparentemente muy pequeño e insignificante.

-El sexto año, el bambú creció más de 20 metros de altura. Se había pasado cinco años echando raíces que lo sostuvieran. Aquellas raíces lo hicieron fuerte y le dieron lo que necesitaba para sobrevivir.

-¿Sabías que todo este tiempo que has estado luchando, realmente has estado echando raíces? Le dijo el anciano y continuó…

-El bambú tiene un propósito diferente al del helecho, sin embargo, ambos son necesarios y hacen del bosque un lugar hermoso.

-Nunca te arrepientas de un día en tu vida. Los buenos días te dan felicidad. Los malos días te dan experiencia. Ambos son esenciales para la vida, le dijo el anciano y continuó…

-La felicidad te mantiene dulce. Los intentos te mantienen fuerte. Las penas te mantienen humano. Las caídas te mantienen humilde. El éxito te mantiene brillante…

Si no consigues lo que anhelas, no desesperes… quizá sólo estés echando raíces…


Fábula para entender la resiliencia
El helecho y el bambú

A menudo le damos infinitas vueltas a nuestros problemas con la consecuencia de acabar agotados mentalmente.


Repetición
Vueltas y más vueltas

Detrás de cada pensamiento hay muchas veces emociones, experiencias previas que dan fuerza a determinadas afirmaciones, creencias e ideologías que damos por supuesto válidas, como también, entre otros aspectos, mecanismos de defensa, que nos protegen de la ansiedad o la percepción de peligros internos y externos.

Por lo tanto, observar nuestros pensamientos requiere de un profundo trabajo personal, de ayuda psicológica, de ser capaces de detenernos, de saber descansar física y psicológicamente y, entonces, poder clarificar y priorizar.





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