top of page
Terapias combinadas para una Vida Plena
Buscar

¿Amamos de verdad o solo hacemos cálculos emocionales? En una sociedad que mide todo —incluso los afectos—, el amor se vuelve transacción. Este texto es una invitación a repensar cómo amamos, qué esperamos del otro y si somos capaces de dar sin llevar la cuenta.


Amar, hoy en día, parece haberse convertido en una especie de intercambio. Intercambio de afecto, de intereses, de creencias... incluso de mitos sobre lo que significa amar. En una sociedad donde el éxito material y un yo cada vez más narcisista dominan la escena, la capacidad de amar activamente —de amar de verdad— se vuelve cada vez más difícil.


Pero ¿qué significa amar verdaderamente al otro? Ya sea una pareja, un amigo, un hijo... ¿Qué implica amar sin condiciones? ¿Somos capaces de dar sin esperar nada a cambio? ¿Estamos dispuestos a tolerar la posibilidad de no recibir? ¿Podemos soportar lo que sentimos como una pérdida?

Estas no son preguntas fáciles. Son complejas, incómodas y muchas veces evitadas.


En las relaciones humanas, esperamos reciprocidad. Aunque no lo digamos abiertamente, queremos algo de vuelta: un gesto, una palabra, un reconocimiento, una emoción. Si no lo recibimos, sentimos que el otro es egoísta, desagradecido. Esto responde a una lógica capitalista del vínculo: dar implica perder, y solo vale la pena si recibimos algo a cambio. Como si el amor fuese una moneda más en el mercado de la vida.


Incluso cuando creemos estar dando desinteresadamente, esperamos algo: sentirnos bien, ser valorados, recibir afecto. Y cuando eso no sucede, nuestro yo se queja, se enfurece. El amor se convierte entonces en una especie de contabilidad emocional. Y cuando las cuentas no cuadran, castigamos al otro. A veces de forma consciente; muchas veces, sin darnos cuenta.


Vivimos en una sociedad donde casi todo está monetizado. Y el amor, por desgracia, no es la excepción.


Sin embargo, en el acto genuino de dar —sin cálculo, sin condiciones— es donde el amor muestra su verdad. Amar como un acto, no como un intercambio. Amar como una expresión de libertad, no como una estrategia para obtener algo.


Pero el ego, ese gran protagonista de nuestro tiempo, se resiste. El lenguaje ya nos traiciona: mi pareja, mi hijo, mi casa, mi vida. La posesión se cuela hasta en las palabras. Como si el otro nos perteneciera. Como si los vínculos fueran propiedad privada.


Y así, cuando nos apegamos, pretendemos poseer. Esperamos. Y al esperar, dejamos de actuar. Dejamos de amar. Creer que el otro nos pertenece no ayuda; de ahí surgen problemas y malentendidos, como el hecho de limitarnos a esperar —de forma pasiva— que el otro haga, diga o nos corresponda. Todo ello está muy lejos del saber-amar.


¿Puede un padre o una madre amar sin esperar algo a cambio de su hijo? ¿Puede una pareja hacerlo? En terapia, muchas veces escuchamos: con todo lo que hice por ti... y así me lo pagas. La contabilidad afectiva aparece con fuerza. Los sacrificios mal gestionados terminan pasando factura. Y las relaciones construidas desde el deber y el cálculo difícilmente prosperan.


Tal vez, al dar, empieza a ocurrir algo inesperado.


Tal vez empiezo a ver al otro como realmente es, y no como yo quiero que sea. Tal vez dejo de obsesionarme por ser amado, y me ocupo —por fin— de amar. Tal vez, en ese gesto, empiezo a descubrirme. Tal vez, poco a poco, el ego se vuelve más pequeño y puedo entregarme con menos miedo, con más verdad.


Tal vez ahí, en ese punto, comienza el verdadero saber-amar.


Porque amar no es solo un acto: es un camino que transforma, una entrega que nos conecta profundamente con el otro... y, sobre todo, con nosotros mismos.


El duelo es un proceso y como tal es recomendable realizarlo. Aunque no hay una única forma de atravesarlo ni un plazo de tiempo adecuado para hacerlo, por qué y cómo son cuestiones que vamos a intentar responder en este artículo sin pretender cerrar el tema, si no más bien abrir la puerta de aquello perdido.


Por qué

Vivir implica pérdidas constantes (todos en algún momento las hemos sufrido y las sufriremos) y también crear y desear a partir de lo perdido. Todas las personas necesitamos de los vínculos para crecer y desarrollarnos. ¿Qué sucede cuando algunos de esos vínculos se rompen? (pareja, muerte, migración, pérdida laboral, paso del tiempo, etc.) Aparece un periodo de gran intensidad emocional al que llamamos duelo.


Este periodo intenso a nivel emocional, aunque cueste y sea doloroso, lo hemos de atender para no caer enfermas, para ser capaces de resolver el conflicto interno que se abre tras esa pérdida. Para que la balanza se decline hacia la pulsión de vida y no hacia la enfermedad, la repetición y el sufrimiento.


Pongamos el caso de una ruptura de pareja. Aquella persona que amaba y que me amaba ya no está, se fue, me dejó, y debo aceptar vivir con lo que me falta, con lo que me duele, con esa sensación de vacío y desesperación. No es fácil, y por ello es necesario realizar un buen trabajo de duelo para reparar aquello roto, pasar por las montañas emocionales de negación, ira, rabia, culpa, depresión, odio, elaboración, aprendizaje y aceptación (no necesariamente en ese orden), y sobre todo, tiempo. El tiempo necesario para poder volver a amar.


Cómo

Para empezar el trabajo del duelo lo primero es reconocer lo que he perdido. Darme cuenta de que ya no está y dejar de negar la realidad. Nombro a la persona perdida, lloro, me enfado, siento la ira, lucho y acepto vivir. Es un trabajo psíquico para expulsar lo que lastima y un recuerdo que duele, ¡vaya si duele! Conforme avanzo, vuelven a aflorar sentimientos que negaba, los recuerdos me trastornan, aparecen síntomas y olvidar parece una tarea imposible.


El trabajo que realizamos con las personas que están en duelo depende de muchos factores y de la subjetividad de cada una, pero no es algo que se pueda resolver como un problema, sino que es un trabajo y como tal demanda coraje y esfuerzo. Estar en duelo implica ambivalencia, contradicción: entre el deseo de que ese dolor desaparezca para poder olvidar, y el que quiere conservar lo perdido. Y aquello que perdemos, no siempre sabemos lo que es, dada su naturaleza inconsciente: no sé lo que perdí con lo que perdí.


En una ruptura de pareja aparecen muchas preguntas que empiezan con un cómo: ¿cómo ha podido dejarme? ¿Cómo puede ser que no me quiera? ¿Cómo se ha atrevido hacerme esto? ¿Cómo voy a vivir sin ella? ¿Cómo puede desear a otra persona que no sea yo? ¿Cómo ha sucedido? Estas preguntas surgen del lugar que ocupaba en mi vida, tan valioso para mí, tan pleno, tan... narcisista. De ese espacio que compartíamos y que nadie más puede ocupar.


La otra persona formaba parte de mi vida, y no es fácil dejar ir su imagen, porque se va una parte de mi historia, del día a día, una parte de mí. Por eso el trabajo del duelo es un proceso de cambio, una metamorfosis.


También surgen preguntas cuando empezamos a repasar la relación de pareja: ¿qué le pido a la persona que está a mi lado? ¿Y cuando ya no está? En ambos casos, muchas veces, demasiado. Y ella jamás podrá colmar el anhelo de completud que deseamos. ¡Todo no es posible, hay que trabajar la incompletud, la falta! La persona que amamos no nos completa, sino que, en el mejor de los casos, nos complementa.


Por ello es tan importante y necesario realizar el trabajo del duelo, ya que si no aceptamos lo que hemos perdido nos identificaremos con esa persona de forma inconsciente y de ahí surge el autocastigo, el juicio severo contra una misma y un dolor que creemos merecer.


Parte del trabajo que hacemos en la terapia es fomentar el compromiso de la persona que consulta consigo misma, para hacerse cargo de su vida. Ello la capacitará para que un día el dolor sea menos, para que pueda pensar en otra cosa, para responsabilizarse, para que le aparezca una nueva sonrisa y, cómo no, la posibilidad de volver a desear.


Un camino se abre, el presente se ilumina y la persona se da cuenta de que ya no es la misma, sino otra que lleva en su recuerdo una batalla librada y el aprendizaje de vivir con dicha pérdida.


Atrapada
Ruptura de pareja


El sufrimiento viene dado muchas veces por recuerdos traumáticos e insoportables. Cada nueva experiencia o acontecimiento vivido está contaminado por el pasado.


No podemos cambiar lo que sucedió, pero sí podemos crear espacios emocionales seguros desde los que enfrentar esos recuerdos y romper el ciclo de repetición.


El primer paso hacia una vida más plena y segura es aprender a identificar, sentir y nombrar lo que ocurre en nuestro interior. Reconocer nuestras emociones y ponerles palabras es un acto profundo de autocomprensión.


Otro paso crucial es integrar el cuerpo en el proceso terapéutico. Es necesario enseñarle a nuestro organismo que aquello que nos hirió, ya pertenece al pasado. A través de un trabajo consciente y sereno con los pensamientos, emociones y sensaciones corporales, es posible desactivar las respuestas automáticas que quedaron grabadas en nuestro cerebro emocional.


El cuerpo no olvida


La autoconciencia física sirve para liberarnos de la tiranía del pasado
¿Qué dice tu cuerpo?

¿Cuántas veces recurrimos a la mente para ocultar lo que nos sucede? Sin embargo, lo que intentamos reprimir se manifiesta en el cuerpo, que recuerda y expresa lo que aún no hemos resuelto. ¿Qué dice tu cuerpo?


El consumo elevado de medicamentos, el mal uso y abuso de las drogas, comportamientos autolesivos y el exceso de carga laboral ocultan temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables, pero nuestro cuerpo tiene memoria y sigue llevando la cuenta.


El proceso terapéutico es verdaderamente transformador cuando logramos liberarnos del pasado, no mientras seguimos atrapados en él. Cerrarse al dolor implica también cerrarse a las fuentes de placer y de alegría vital.


Vivir en el presente


Debemos aprender a habitar el presente. Observar y tolerar nuestras reacciones físicas nos permite revisar el pasado de manera segura. La capacidad de sentirnos seguras en compañía de otras personas es esencial para construir una vida plena y con sentido.


En este camino, la autoconciencia corporal es una herramienta poderosa. Nos ayuda a liberarnos de la tiranía del pasado y a mirar nuestro cuerpo con curiosidad y aceptación, en lugar de con miedo.


Este es el camino para volver a ser dueñas de nuestra vida, con autenticidad y libertad.

Suscríbete a nuestro blog

¡Gracias!

  • Youtube
  • Whatsapp
  • Icono negro LinkedIn
  • Instagram

             Psicoterapeutas | Psicoanalistas | Terapeutas integrales

  Psicóloga en Barcelona 

© 2025  Vida Plena |

bottom of page