top of page
Terapias combinadas para una Vida Plena
Buscar

Nuestro cuerpo también habla y expresa, en un registro distinto al de la palabra, lo que somos. Cada gesto, postura y sensación física refleja nuestro estado emocional y mental, a menudo de forma más elocuente que las palabras. Esta comunicación no verbal es esencial para comprender nuestra experiencia humana.


Incorporar el cuerpo en las terapias, y no solo la mente, facilita que la persona entienda su malestar en su conjunto, ya que el cuerpo influye directamente en los procesos psíquicos y viceversa.

El cuerpo nos singulariza, nos hace sentir y nos permite relacionarnos. Es un indicador privilegiado de nuestra salud y estado de ánimo. Sin embargo, a menudo nos alejamos, lo escondemos o lo rechazamos. Tomar conciencia de este cuerpo olvidado nos permite habitarlo plenamente.


Cuando decimos que estamos bien, pero que nuestro cuerpo nos duele o está mal, ¿de quién hablamos? ¿O es que no somos también ese cuerpo? El cuerpo no es un simple contenedor, sino que es una parte integral de nuestro ser, una expresión tangible de lo que sentimos y pensamos. Si decimos que estamos bien a nivel afectivo o psíquico, pero sentimos dolor físico, ¿acaso no estamos ignorando que nuestras emociones, nuestras tensiones y preocupaciones se manifiestan de alguna forma en el cuerpo?

La noción de bienestar no puede separarse de la experiencia física. Cuando algo nos duele, el cuerpo se convierte en el vehículo que nos habla, invitándonos a atender lo que no está centrado. La desconexión entre cuerpo y mente puede ser la causa de muchas de nuestras dolencias, y preguntarnos quiénes somos cuando nuestro cuerpo está mal, también es cuestionar cómo nos entendemos a nosotras mismas.


Solemos considerar normal la división entre nuestros procesos mentales y somáticos, pero mente y cuerpo se retroalimentan constantemente; somos una unidad. Una práctica corporal como la Leibterapia Personal facilita la toma de conciencia de esa unidad, promoviendo la observación de cómo se expresa a través de nuestra corporalidad.


Las tensiones y emociones emergen a través del cuerpo. Este no es solo un receptáculo pasivo, sino un aliado activo de nuestra psique. Nuestro cuerpo se convierte en el mapa físico de nuestras experiencias emocionales, buscando las fuentes de su malestar o bienestar. Las corazas que todas llevamos son defensas necesarias en su momento, pero que, al volverse prisiones autoimpuestas, limitan nuestra capacidad de conectar con las demás y con nosotras mismas. Nos mantienen en una zona de confort que, aunque segura, nos priva de la autenticidad y vulnerabilidad necesarias para crecer. Si no desmantelamos esas corazas, la muralla que hemos creado nos aislará, impidiendo que experimentemos el amor y la conexión genuina.


Es fundamental tomar conciencia y aceptar el cuerpo, reconociéndolo como un aliado esencial en nuestra vida. A través de la Leibterapia, podemos aprender a soltar, confiar y permitirnos respirar plenamente. Este proceso no solo implica identificar las tensiones y bloqueos acumulados, sino también la disposición a liberarlos. Al integrar la conciencia corporal, restablecemos una relación más profunda y amorosa con nosotras mismas, liberándonos de las cargas que nos limitan y creando el espacio necesario para la curación y el crecimiento.


El cuerpo también habla
El cuerpo también habla


Este 8 de marzo despierta en un mundo aun más radicalizado en muchos aspectos. Radical es un vocablo que ha sido demonizado durante muchas décadas, considerado casi como equivalente de «terrorista» o «peligroso». Se ha radicalizado la derecha política hasta niveles que recuerdan el surgimiento del nacionalsocialismo hace ahora un siglo. Y, en justa respuesta, quienes han salido radicalizadas a ganar las calles y luchar por justicia han sido las mujeres. Mujeres radicalizadas, es decir, bien plantadas sobre sus raíces para pelear contra unas sociedades que insisten en invisibilizarlas, maltratarlas, violarlas y matarlas.


Un huevo roto con unas tenazas
Siempre es momento de romper los huevos

Los progresivos cambios en el proceso de emancipación de las mujeres han sorprendido al mundo macho, que las observa desde una posición de inseguridad, de desventaja. Se lamentan, los machirulos, por la pérdida de unos privilegios que no consideran como tales, sino como derechos legítimamente adquiridos. No conocen la historia, o aun cuando la conocen se niegan a aceptar la verdad de los hechos. Como que, por ejemplo, la categorización como inferiores de las mujeres data de la época de Aristóteles (384–322 a.C.) y no parece que los poderosos señoros estén dispuestos a revisarla.


El mundo será feminista o no será. Sólo hay que mirar detenidamente el creciente deterioro del planeta como ecosistema, tras la gestión que los hombres han desarrollado durante milenios. Guerras, destrucción, superpoblación, explotación, esclavismo, hambrunas, pandemias y una larga retahíla de otras desgracias y catástrofes se derivan de la manera masculina de ejercer el poder. Es el momento de un cambio. Radical. O sea, desde las raíces. Y este cambio será el que protagonicen las mujeres desde ese poder que de manera omnímoda han ejercido y todavía ejercen de forma aplastante y mayoritaria los hombres.


Ser feministas hoy no es una opción, sino un imperativo, una obligación ética y moral. Ser feministas no es sólo estar a favor de las reivindicaciones de las mujeres, sino también un posicionamiento en contra de la desigualdad, el ocultamiento y la opresión. Por eso en Vida Plena somos feministas. Hoy, 8 de marzo, mañana y siempre.

No estés triste. No estés desganada. No te sientas cansada. No muestres esa expresión de hastío. No quiero escucharte más diciendo que no encuentras un sentido para tu vida. Desaparece de mi vista (y de mi vida) si no es para aportarme alegría. ¡Sonríe! ¡Disfruta! Demuestra y demuéstrate que estar viva es un regalo maravilloso. Siempre. Ya. ¡Ahora!


Vivimos tiempos de negación de los estados de ánimo sombríos. Si te sientes mal, si estás de bajón, si te deprimes porque casi nada en tu vida funciona como a ti te gustaría, procura no mostrarte así ante las otras personas, ni siquiera ante las más amigables, porque conseguirás que dejen de querer estar contigo, de escucharte, de quedar siquiera para un encuentro breve. Está prohibido dejarse caer en el hueco que abren los afectos que se desarrollan en la penumbra del espíritu, eso que Spinoza definió como las pasiones tristes.


Pero, cuidado, porque resulta que son esas pasiones tristes, esos estado de ánimo sombríos, los que nos permiten acceder al conocimiento y sobre todo al autoconocimiento, a la vez que abren las puertas de la conexión interna y la compasión sanadora proveniente de las otras. Porque las personas conectamos más y mejor cuando estamos decaídas, tristes.


En unos años, apenas unas décadas, hemos pasado de los consejos en los libros de autoayuda a las fórmulas mágicas que proponen y propagan las redes sociales. La imagen boba de gente sonriendo, saltando, bailando, jugando, que bombardean la publicidad y los medios ahora provienen de los dispositivos móviles, donde todo el tiempo encuentran cabida y amplificación unos modelos de bienestar que —digámoslo de una vez— no son humanos, porque descartan por completo la posibilidad de que te encuentres de mal humor, triste o desganada. Esas fórmulas te ofrecen pautas para evitar el dolor, el sufrimiento, dando por hecho que estar triste o ansiosa es algo negativo, a erradicar, en vez de promover que esos estados acontecen en ciertos periodos en tu vida y que forman parte de un continuo ir y venir.


Hay una omnipresencia de positividad tóxica.


Dos mujeres jóvenes se hacen un selfie mientras saborean dulces
La imagen boba de gente sonriendo es bombardeada por la publicidad y los medios


Ya casi nadie (acaso tú tampoco) se sienta con una amiga a escuchar su tristeza, a compartirla con ella (de eso se trata la empatía). Lo que ocurre cada vez con mayor frecuencia es que, si muestras tristeza o malestar de algún tipo, te conminen a abandonar ese estado anímico. En los duelos, cuando se hace necesario elaborar la ausencia que sigue a la pérdida y conectar con las pasiones tristes que se desencadenan, resulta especialmente desolador que nos obliguen a distraernos, a divertirnos, a no pensar más en eso.


Es muy bueno llevar una sonrisa en el rostro, siempre y cuando no nos sirva como máscara para que no nos pregunten qué nos pasa porque nos tenemos que sentir bien. Y el problema empieza ya desde la infancia: si una criatura no se muestra optimista, debe ser que está enferma. El precio de estos mandatos es no querer reconocer que la gente sufre, enferma, muere, que la vida está salpicada de padecimiento y dolor. Sin esa máscara feliz hay más transparencia y también relaciones más sinceras.


Los estados de ánimo oscuros no son problemas. Puedes estar en un momento infeliz, sufriendo, pero no por ello estás rota. Sentir, no sólo felicidad o alegría, sino el amplio repertorio de afectos que nos humaniza, es un tesoro. La ansiedad y el enfado ayudan a aprender. La persona angustiada está atenta, observa con los ojos bien abiertos, alimenta su alma con análisis y crítica. Porque lo que no nos dicen cuando nos obligan a estar siempre alegres es que detrás de esa alegría estúpida se espera aceptación y mansedumbre ante cualquier maltrato o injusticia que nos lancen encima.

Suscríbete a nuestro blog

¡Gracias!

  • Youtube
  • Whatsapp
  • Icono negro LinkedIn
  • Instagram

             Psicoterapeutas | Psicoanalistas | Terapeutas integrales

  Psicóloga en Barcelona 

© 2025  Vida Plena |

bottom of page