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Terapias combinadas para una Vida Plena
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Para mí, significa una experiencia de apertura. Con todo lo que representa ese abrirse, que es mucho y difícil. La meditación es una revelación. Revela algo muy preciado, aunque también revela molestia. Otras veces revela sorpresa, un descubrirse una misma. En otras ocasiones, ese descubrimiento es incómodo; en otras, en cambio, es enormemente gratificante. Sentarme a meditar cada día es un viaje único, distinto, sin retorno y con muchas sinergias.


Meditando en casa
¿Qué significa para cada uno meditar?

Hay un montón de razones para realizar la práctica de la meditación, y todas ellas resultan enormemente satisfactorias y beneficiosas; y también, a la vez, como ocurre en cualquier crecimiento, no es un camino de rosas. Sin obstáculos es imposible crecer. Sin desafíos, sin tormentas, sin sombras, sin dificultades… nuestro desarrollo es vacío y sin esencia. Toparse con el yo egoico, con las resistencias, las incomodidades, las tensiones, los bloqueos, las crispaciones… no resulta para nada un camino fácil.


Cuando decimos «tengo una contractura en la espalda», ¿quién es la que está contracturada? Yo no estoy mal, es mi espalda, como si mi espalda no fuera parte de mí. El lenguaje nos pone trampas y nos aleja del cuerpo que somos. Y de la unidad.


También medito para despojarme de aquello que me sobra, que me bloquea, que me resta… para enfrentarme a mis resistencias yoicas, para liberarme de capas que ya no necesito y, cómo no, para acercarme a mi ser esencial. Es, sin duda, una apuesta personal que recomiendo y que vale mucho la pena. No cuesta dinero, no hacen falta conocimientos previos. Sólo es necesario sentarse y observar qué sucede. Eso sí, poniendo atención a la postura, sentir cómo la tierra nos acoge y nos impulsa a la vez al cielo desde nuestro centro, desde el Hara.


¿Y tú, meditas? ¿Qué experimentas en la meditación?


Una persona comete un horrible crimen y la noticia se conoce a través de los medios de comunicación de masas. De inmediato se recaban opiniones entre las vecinas, quienes sin excepción hablan del criminal como «alguien normal», dado a la buena convivencia. ¿Por qué un día cualquiera alguien normal comete un acto de violencia semejante? La respuesta resulta inquietante: porque los límites entre la (supuesta) normalidad psíquica y lo que (supuestamente) no lo es no están tan claros como nos gustaría. Los mecanismos que hacen posible que realicemos tareas sencillas y cotidianas como podrían ser estudiar, cruzar la calle, atraer la atención de alguien, escribir un poema o desarrollar una fórmula química, son los mismos que actúan en la neurosis obsesiva, la fobia, la histeria o las psicosis. Pretender ser «normal» a menudo esconde el temor a poder ser como querríamos ser.


Las piernas de una persona que sostiene un arma
De alguien normal a un criminal

Una madre pide ayuda para ella y su hije, porque el niñe padece lo que ella llama (acaso con un llamado prestado por algún diagnosticador) «retrasos en el habla». La madre se desvive por ese hije que tanto anheló, hasta el punto de hacer pivotar su vida entera sobre la del niñe. Antes de que la criatura pueda siquiera expresar un deseo o una necesidad, ahí está su mamá, dispuesta a darle incluso aquello que el pequeñe no aún no ha llegado a pedir. ¿Que el niñe emite un sonido gutural indescifrable para cualquiera? Su mami lo interpreta: «¿Quieres un vaso de leche, mi amor?». ¿Que grita mientras juega con su cochecito? «Vale, mi cielo, ahora voy a jugar un rato contigo». Y así. La madre no ve que lo que ella cree (acaso por una creencia ajena, tan cómoda) un «retraso en el habla» es ella misma, esa misma madre, en forma de mordaza amorosa.


Una mujer presta atención a un ni
La madre que se desvive por su hije

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