En un reportaje titulado «Gente tóxica: un mantra social sin base científica para echar balones fuera», publicado en la sección Psicología del diario El País el 23 de noviembre, el psicoanalista y terapeuta integral de Vida Plena, Fabián Ortiz, fue invitado a opinar sobre la marcada y creciente tendencia a atribuir toxicidad a las personas. En el artículo, que recoge la opinión de otras profesionales del mundo psi, Fabián sostiene que no hay que «olvidar que el problema ocurre en el ámbito relacional y no procede de algo ontológico que se da en determinadas personas».
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El sufrimiento viene dado muchas veces por recuerdos traumáticos e insoportables. Cada nueva experiencia o acontecimiento vivido está contaminado por el pasado.
No podemos deshacer lo que ha sucedido, pero podemos crear escenarios emocionales seguros para hacer frente a algunos de los antiguos y cerrar la cadena de repetición.
El primer paso para vivir una vida más segura y plena es ser capaces de nombrar, sentir e identificar lo que nos pasa internamente. Reconocer lo que sentimos y poner palabras a nuestros sentimientos.
Otro paso importantísimo es incorporar el cuerpo en la terapia, para aprender que aquello que sucedió, ya pasó. Además de analizar tranquila y objetivamente las ideas, sentimientos y emociones que trae el paciente para permitir modular las reacciones automáticas reprogramadas del cerebro emocional.
¡Cuántas veces usamos la mente para ocultar lo que nos sucede! Y aquello que escondemos, como si fuera un velo echado sobre la piel, es nuestro propio cuerpo, que recuerda que sigue ahí. ¿Qué dice tu cuerpo?
El consumo elevado de medicamentos, el mal uso y abuso de las drogas, comportamientos autolesivos y el exceso de carga laboral ocultan temporalmente las sensaciones y los sentimientos insoportables, pero nuestro cuerpo tiene memoria y sigue llevando la cuenta.
La terapia funciona cuando nos liberamos del pasado y no mientras sigamos arrastrados hacia él. Es una tragedia cerrarse, ya que también implica hacerlo a fuentes de placer y de alegría vital.
Hemos de ser capaces de vivir en la realidad del presente. Aprender a observar y a tolerar nuestras reacciones físicas para poder repasar el pasado de un modo seguro. Ser capaces de sentirnos seguras con otras personas es fundamental para tener una vida con sentido y satisfactoria.
Por ello, la autoconciencia física sirve para liberarnos de la tiranía del pasado, como ser capaces de considerar nuestro cuerpo con curiosidad en lugar de con miedo. Ese es el camino para volver a adueñarnos de nosotras mismas.
La meditación es una infinidad de cosas, y cuesta explicar con palabras muchas de ellas. La experiencia de meditar es abrir, sentir, vivir y transitar un camino que puede llevar a la transformación personal.
Meditar es permitir estar en el momento presente, sin intentar resolver aquello que por ahora no es necesario ocuparse. Es permitir que aflore lo que tenga que aflorar.
Meditar es aprender a relacionarnos de una manera más apropiada con todo lo que surge en nuestra mente, que, al igual que el agua de un río, no cesa de fluir. La meditación nos muestra que es posible parar y recuperar el contacto con nosotros mismos.
Meditar es una práctica que implica vivir plenamente. Nos pone cara a cara con nuestra verdadera naturaleza. Nos lleva al auto-descubrimiento de lo que realmente somos. Nos trae a lo inmediato, a vivir lo que sentimos, a lo que acontezca.
Haz la prueba: siéntate a meditar y observa cómo estás. Sin juicio, sólo observa y déjate respirar. Cuando inspires, ábrete a la experiencia, a sentir, a recibir lo que eres. Cuando espires, suelta, vacía, es el momento de dar, de aprender a desprenderte.
La respiración nos acompaña desde que nacemos hasta el final de nuestra vida. La respiración llega y se va, nos usa, nos moldea, nos acompaña. La respiración se adapta a nuestras necesidades y a nuestro estado interno. Si hay desconfianza o un exceso de control, se mostrarán en nuestra respiración. Observa y déjate respirar sin pausas. Inspira y espira sin cambiar nada. Tú eres esa respiración que viene y va, que sube y baja, sin cesar.
En la meditación no se trata de hacerlo bien o mal, sino de que te sientes y te observes. Se trata de que contemples los pensamientos, las emociones que hablan y arrastran, pero sin implicarte ni tampoco que los alimentes. Es dejar que las cosas vengan y dejar que las cosas se vayan.
Cuando te sientes practica el gesto de simplificar. Simplificar nos hace libres. Simplificar para limpiar. Clarificar para que aparezca lo que somos y no lo que tenemos. La simplicidad nos invita a despojarnos de lo accesorio y a descubrir nuestra esencia. Si estamos preocupados por una sola hoja no veremos el árbol.
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