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Foto del escritorEva Rodríguez Renom

Practicar za-zen es vivir la experiencia. Za significa sentarse y Zen meditación, concentración. Si se ejercita diariamente es muy eficaz para liberar al espíritu de las cadenas repetitivas de nuestro ego y para el desarrollo de la intuición.


Zen es muy simple y a la vez muy difícil de comprender y practicar. Sólo es necesario sentarse y experimentar, estar en el aquí y ahora. Estar presentes en nuestro cuerpo y espíritu, el cuerpo para asentarnos y arraigarnos en la Tierra, proyectados en vertical hacia el Cielo, mientras el espíritu se acalla y nos permite estar en nuestro centro. Se requiere práctica, práctica y práctica. No hay nada que obtener, no hay nada que buscar. Es estar presente en cada cosa que realizamos: cerrar una puerta, colocar un objeto, comer, conducir, caminar, escuchar, hablar, estar de pie, estar tumbado, sentado...


Aquí y ahora es estar en lo que hacemos. Cuando tenemos que pensar, pensamos, pero desde el momento presente. Podemos planear, por supuesto, como también escribir pensando en el pasado, pero hemos de estar presentes enteramente en lo que hacemos.


Practicar za-zen es vivir la experiencia. Za significa sentarse y Zen meditación, concentración. Si se ejercita diariamente es muy eficaz para liberar al espíritu de las cadenas repetitivas de nuestro ego y para el desarrollo de la intuición.
Practicar za-zen

La vida actual está repleta de ruidos. El Zen es una vía de regreso al silencio. A partir del silencio, y desde ahí, hablar. A partir de ahí, ser capaces de transmitir la palabra justa.


Prueba a estar en silencio. No es fácil y requiere de práctica. Estar en silencio, en calma y quietud mental, ayuda a que tanto la soledad como los pensamientos limitantes se desvanezcan. Estar en silencio y en quietud es una de las acciones más potentes que podemos hacer. Atrévete a experimentarlo.


Practicar za-zen es una actitud. Es vivir, estar y ser en cada instante de la vida cotidiana.



Foto del escritorEva Rodríguez Renom

Vivir, como sabemos, es una tarea para la cual no disponemos de un manual de instrucciones. No sé qué hacer con mi vida es una frase que aparece de manera frecuente en la consulta. No hay un abordaje rápido, como tampoco una respuesta fácil, y depende del caso por caso.


Entre las razones y los síntomas más habituales que escuchamos los terapeutas cuando alguien está inmerso en una crisis existencial destacamos los siguientes:

  • Estoy cansado de vivir en piloto automático o como si fuese un hámster dentro de la jaula, girando sin parar.

  • No sé qué carrera escoger o qué hacer cuando termine la que estoy cursando.

  • No sé si aceptar ese trabajo o seguir con el que tengo.

  • Llevo diez años dedicándome a algo que no me gusta.

  • No sé qué hacer profesionalmente para que realmente me llene.

  • Me siento perdido, triste y vacío, sin razón aparente.

  • No hay nada que me haga ilusión.

  • Necesito un cambio, pero no sé por dónde empezar.

  • Cada vez más a menudo siento frustración y estoy muy irascible.

  • No entiendo por qué sigo con mi pareja.


Lo interesante, sin embargo, es que cuando te planteas que no sabes qué hacer con tu vida, aunque esto se presente de la mano de un malestar difícil de soportar, es significativamente bueno. Supone un paso valiente darle un sentido, un significado y un propósito a tu existencia.

Además, hay algo que empieza a moverse, aunque no tengas ni idea de cómo hacerlo. Lo cierto es que muchas veces solos no podemos, y necesitamos ayuda para zarpar hacia un nuevo rumbo vital. Esta ayuda, orientación, acompañamiento o guía pueden servirte para que empieces a preguntarte acerca de cómo piensas, qué haces, cómo lo haces, para qué lo haces, qué es lo que te supone, qué te resta, etc.


A lo largo de este camino aparecen tus creencias, tu ideología, tus supuestas limitaciones, las frases aprendidas que repites como un mantra. Aparecen, incluso, tus malestares, tus heridas sin restañar, los miedos y las preocupaciones que te llevan al bloqueo, a esas relaciones personales y familiares tan dañinas...


El origen, como vemos, es complejo y profundo. Has vivido durante mucho tiempo de manera poco consciente y has perdido el contacto con quién eres realmente y con tus verdaderos deseos, sepultados por un montón de ideas sobre quién deberías ser y qué deberías querer.


Si te sientes identificado con algo de lo que has leído, te animo a que te tomes en serio para descubrir qué hacer con tu vida. No será mágico ni inmediato. Se trata de un proceso que lleva tiempo y durante el cual vivirás emociones como si montaras en una montaña rusa, pero vale la pena que al menos lo intentes y empieces a plantearte una nueva manera de vivir. ¿No crees?

No sé qué hacer con mi vida
No sé qué hacer con mi vida





Una persona se dice desinhibida y libre porque habla sin tapujos ni vergüenza de su actividad sexual, frente a familiares, amigos y ante un público incluso más amplio (aunque para esto a veces tenga que ir un poco colocada). Cuenta si le gusta arriba o abajo, por delante o por detrás, con una sola persona o con varias, y así repasa todo un florido repertorio de supuestas hazañas eróticas. Hasta que la conversación toma un giro diferente y entonces esa misma persona se encuentra enmudecida: de pronto, ahora se habla de dinero. Nadie, ni sus familiares, ni sus amigas ni el público más amplio, ni bajo los efectos de ninguna sustancia que altere su conciencia, consigue que diga cuánto gana, en qué lo gasta, dónde lo guarda si es que puede guardar. La represión se puede esconder detrás de diferentes máscaras, por muy liberal que alguien parezca. La represión, que en tiempos de Freud recaía sobre todo en la sexualidad genital, ha cambiado de casa en nuestros tiempos. Lo reprimido vive ahora en torno al dinero, con permiso, claro está, de los afectos, que —ellos también— habitan bajo el mismo manto de silencio.


Billetes de euros de diferentes valores
Lo reprimido vive ahora en torno al dinero

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