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Terapias combinadas para una Vida Plena
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Una persona vive la realidad como una obra del destino, un material premoldeado con el que nada puede hacer para construir una vida propia. Y como su realidad es obra del destino, acude a los lugares donde le parece apropiado depositar su fe a cambio de recibir las migajas de los intereses: los gabinetes de diferentes adivinadores de la suerte, los templos donde le ofrecen la promesa de otra vida mejor cuando se acabe esta vida. El destino no es una sentencia de muerte. Podría llamarse de otra forma. Deseo, por ejemplo.


Una rosa envuelta en llamas
El destino no es una sentencia de muerte

Una persona asiste al paso del tiempo observando con horror cada nueva marca en su rostro, cada gramo de grasa depositado en su contorno, la pérdida de tersura de la piel, la aparición de una cana que se suma en silencio a sus congéneres. Un terrible día, después de una considerable inversión de dinero en productos cosméticos, la persona no lo soporta más (no se soporta más) y corre a una clínica para que le digan cuántos cortes y cuántos euros serán necesarios para reparar lo que considera estropeado. El valor de lo bello está sólo en relación con nuestra percepción, así que es independiente de su perduración en el tiempo. La persona, ante la idea de que la belleza es perecedera, padece el dolor que causará su desaparición, y así se priva del goce por lo bello.


Marcas previas a una cirugía en el vientre de una mujer
El valor de lo bello

Una persona vivió durante varios años una fantasía de riqueza, apoyada en la creencia de que era propietaria de un piso (en realidad, lo que tenía era una deuda hipotecaria con un banco), un piso que iba creciendo en su ficticio valor a medida que se inflaba la burbuja de la especulación inmobiliaria. Tras el pinchazo y la trepidante conversión de la aparente riqueza en lacerante carestía, la persona anhela hoy recuperar su antigua situación. Es decir, volver a ser creyente en las supuestas bondades de un sistema capitalista de ficción y sus promesas de una vida mejor más allá de la cancelación de la deuda (o sea, en otra vida).


Una persona reza con las manos juntas
Volver a ser creyente

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